La inspiración la saca de YouTube, pero son todas cosas que la representan. Para los murgueros, los parches son como tatuajes: la materialización de su personalidad murguera y parte de la fantasía de la fiesta bordada en mostacillas y borlas.
Desde que era chica Ayelén supo que quería ser parte de una murga, pero recién el año pasado pudo encontrar una que la hace sentir su espacio de pertenencia y refugio creativo: los “Suerte Loca” de Floresta, que el año pasado cumplió una década y que tiene una particularidad: es la única que se hace en un ex centro clandestino de detención. En este caso, en El Olimpo, donde se estima que fueron ingresados 600 detenidos desaparecidos y solo sobrevivieron 50.
@agenciatelam “La murga es territorial y cada murga tiene la impronta del barrio donde se gesta», define una de las integrantes de Suerte Loca, la agrupación que desde hace más de una década pone su sello a los corsos porteños. Nacida en Floresta, sus integrantes llevan su música y su poesía comprometida por la ciudad de Buenos Aires y el conurbano. #telam #noticias #agenciatelam #murga #suerteloca #murga #murgueros #murgueras ♬ sonido original – AgenciaTelam Surgida en 2013 por murgueros que migraron de otros espacios, fueron convocándose entre otros amigos y así nació «Suerte Loca»; este proyecto autogestivo y horizontal, donde todos participan de la toma de decisiones.
Es domingo, estamos en un corso en Sarandí, y Ayelén, la única adolescente del conjunto, se prepara con algo de ansiedad pero con mucha expectativa para su segunda salida como murguera. Seria y comprometida, ensaya hasta el último minuto posible cuando se levanta el estandarte. Su mamá, que la acompañó en micro, no se iba a perder el evento.
Que esta murga esté unida desde su origen al ex centro clandestino de detención El Olimpo impregna su esencia: “La murga es territorial y cada murga tiene la impronta del barrio donde se gesta. Y eso lo ves en las canciones, en el modo de bailar y de pararse en el escenario”, dice Catalina Escandell, una de las participantes, esposa de Federico Mercado y mamá de Camilo, percusionistas y bailarines.
Con las letras y el corazón del barrio
“Mi murga sufre a tu lado y lleva el puño apretado, porque nos hemos jurado que el pueblo se haga canción, y te regala sonrisas, porque el dolor las precisa, para seguir caminando, conservando la ilusión”.
“Venís llegando de rincones insondables, de espesos muros que albergaron tortura, te hacés presente, majestuosa y envidiable, para cantarles tu verdad y tu locura”.
Marcos Brajer, que es antropólgo, llevó varias veces a la facultad las letras de «Suerte Loca» que, para él, es su diferencial frente a otras agrupaciones.
Murguera desde la cuna
Es una murga pequeña, de casi 20 integrantes, murgueros de ayer y hoy y, sobre todo de niñeces. Los más chiqiuitos, de dos años, ya están con sus trajes brillosos, haciendo sus primeros golpes de bombo y sus pasos, con sus guantes blancos y trenzas llenas de brillo. Una murga que, en sus comienzos, supo ser más nutrida pero que, como tantas otras, decreció su cantidad de integrantes durante la pandemia. Pero que sean pocos, a ellos, no les mueve la aguja.
Mientras esperan al micro que los lleva a través de los distintos corsos de capital y del conurbano (en este caso, a Sarandí), se sientan en ronda para girarse mates o quizás un fernet y maquillarse unos a otros con la pericia que dan los años de patear murgas. Se dibujan en la cara banderines, estrellas y arabescos. La expectativa aumenta mientras pasan los minutos. Cuando el micro finalmente estaciona, el fervor es total. Y ese viaje en colectivo, el escenario del último ensayo general.
“Eso que acaba de describir ella para mí es la cultura popular”, comenta Federico sobre la reflexión de su compañera. “Se aprende en la calle, se aprende compartiendo, no yendo a un lugar. La cultura popular circula, es para usar, no para consumir. En tanto haya en la calle, va a seguir habiendo. Si nos replegamos, se va a ir muriendo”.
Marcos cuenta cómo fue su llegada a la murga: siempre quiso ser murguero pero le daba ‘vergüenza’ preguntar si podía participar de una. Un día, venciendo la timidez, se acercó a un ensayo y, pidiendo un cigarrillo como forma de hacer un primer contacto inicial, les preguntó a los integrantes si podía sumarse. Ahota toca el bombo, el platillo, canta, baila y también responde preguntas en el IG de “Suerte Loca”
Carnaval toda la vida
Lo cierto que es que, en estas latitudes, la murga llegó como una expresión importada de los carnavales del sur de España y que, con la oleada masiva de inmigrantes en 1930, adquirió la esencia que lo que es hoy la tradicional murga porteña. Las glosas, que son las canciones a coro que se hacen sobre el escenario, hablan del barrio, de los amores, las tristezas, son homenajes a quienes ya no están y, sobre todo, tienen tradicionalmente un fuerte contenido de crítica social. Por eso, no es casual que durante las dictaduras los corsos hayan estado prohibidos.
Para Federico Mercado, uno de los «Suerte Loca», el folclore porteño tiene al tango como su expresión más tradicional. Pero es la murga es esa “otra” vertiente: “es un modo de construcción de la cultura popular de esta ciudad. La inmigración italiana, española, de otros lugares del centro de Europa y la que llegó de forma forzada por la esclavitud formó un conglomerado que se dividió entre el tango y la murga. Son dos hermanos que nacieron en el mismo lugar: uno triunfó porque se fue a Europa y otra se quedó, que es la murga”.
Hoy en día, al menos en Buenos Aires, existe el circuito oficial y el independiente de murgas.
Para participar del oficial, que implica la subvención de fondos del GCBA, cada murga debe cumplir con ciertos requisitos que le dan un marco institucional y, quizás, cierto tinte ortodoxo: una cantidad de bombos y platillos, de integrantes, de reglamentación en el uniforme, incluso que todos usen la misma marca de zapatillas blancas.
El circuito “off” es mucho más laxo, autogestivo, experimental y, para “Suerte Loca”, elegir ser independientes es una postura política frente a esas exigencias. Sin embargo, el recorte de corsos en CABA que se hizo este año, donde se pasó de 38 a 15, puso a toda la comunidad murguera en alerta.
Si embargo, también señalan que frente a eso hay casi cien murgas que ensayan todo el año, que construyen vínculos con los vecinos y que en febrero ofrecen shows que son celebrados y agradecidos “que se contraponen a esa intención de destrucción”. “Hay vecinos que se quejan de las murgas. ¿Y qué piensan que somos los murgueros? ¿Marcianos? ¡Nosotros también somos vecinos! En esa dinámica se nos construye como los enemigos”, expresa Federico.
Para los Suerte Loca, esta mirada se manifiesta a través de políticas públicas que buscan sacar a los corsos de sus calles emblemáticas para trasladarlos a otras menos visibles, que tiene como fin “esconderlo y dominarlo”: “el carnaval es una fiesta popular y, como tal, es indomable”, afirma.