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Para los murgueros de Suerte Loca, “el carnaval es una fiesta popular e indomable”

Ayeln la adolescente de Suerte Loca Foto gentileza SL

Ayelén, la adolescente de Suerte Loca. (Foto: gentileza SL)
Ayelén tiene 16 años y en su levita murguera tiene parches de “Fueron 30 mil”, “Ni una menos”, el escudo Vélez Sarfield y, contra todo pronóstico de que los adolescentes de ahora no escuchan rock nacional, un pin con el dibujo de una tapa de Almendra.

La inspiración la saca de YouTube, pero son todas cosas que la representan. Para los murgueros, los parches son como tatuajes: la materialización de su personalidad murguera y parte de la fantasía de la fiesta bordada en mostacillas y borlas.

Desde que era chica Ayelén supo que quería ser parte de una murga, pero recién el año pasado pudo encontrar una que la hace sentir su espacio de pertenencia y refugio creativo: los “Suerte Loca” de Floresta, que el año pasado cumplió una década y que tiene una particularidad: es la única que se hace en un ex centro clandestino de detención. En este caso, en El Olimpo, donde se estima que fueron ingresados 600 detenidos desaparecidos y solo sobrevivieron 50.

@agenciatelam “La murga es territorial y cada murga tiene la impronta del barrio donde se gesta», define una de las integrantes de Suerte Loca, la agrupación que desde hace más de una década pone su sello a los corsos porteños. Nacida en Floresta, sus integrantes llevan su música y su poesía comprometida por la ciudad de Buenos Aires y el conurbano. #telam #noticias #agenciatelam #murga #suerteloca #murga #murgueros #murgueras ♬ sonido original – AgenciaTelam Surgida en 2013 por murgueros que migraron de otros espacios, fueron convocándose entre otros amigos y así nació «Suerte Loca»; este proyecto autogestivo y horizontal, donde todos participan de la toma de decisiones.

Es domingo, estamos en un corso en Sarandí, y Ayelén, la única adolescente del conjunto, se prepara con algo de ansiedad pero con mucha expectativa para su segunda salida como murguera. Seria y comprometida, ensaya hasta el último minuto posible cuando se levanta el estandarte. Su mamá, que la acompañó en micro, no se iba a perder el evento.

Antes del desfile hay semanas de trabajo con ensayos y costuras Foto gentileza SL

Antes del desfile hay semanas de trabajo con ensayos y costuras. (Foto: gentileza SL)
Mientras, los percusionistas se sacan fotos, los bailarines terminan de ajustar pasos y otros se retocan el maquillaje, sumando purpurina de última hora. Los más chicos, que corretean entre los instrumentos, son mirados por sus papás, que también se están acomodando las plumas de la galera y calzándose los guantes.

Que esta murga esté unida desde su origen al ex centro clandestino de detención El Olimpo impregna su esencia: “La murga es territorial y cada murga tiene la impronta del barrio donde se gesta. Y eso lo ves en las canciones, en el modo de bailar y de pararse en el escenario”, dice Catalina Escandell, una de las participantes, esposa de Federico Mercado y mamá de Camilo, percusionistas y bailarines.

Con las letras y el corazón del barrio

Cata y Nati listas para la funcin Foto gentileza SL

Cata y Nati, listas para la función. (Foto: gentileza SL)
“Soy loco, puta, villero, yo soy preso y boliviano, soy indio, trava, peruano, senegalés, soy mantero, Fuentealba, el maestro, soy Demonty en el riachuelo, y una bicicleta al vuelo, soy pañuelo de las Madres, hija, nieto, abuela, padre, ¡y 30 mil compañeros!”, expresa su glosa de este año(FW)

“Mi murga sufre a tu lado y lleva el puño apretado, porque nos hemos jurado que el pueblo se haga canción, y te regala sonrisas, porque el dolor las precisa, para seguir caminando, conservando la ilusión”.

“Venís llegando de rincones insondables, de espesos muros que albergaron tortura, te hacés presente, majestuosa y envidiable, para cantarles tu verdad y tu locura”.

Marcos Brajer, que es antropólgo, llevó varias veces a la facultad las letras de «Suerte Loca» que, para él, es su diferencial frente a otras agrupaciones.

Murguera desde la cuna

Nico y Nati nacidos para el carnaval Foto gentileza SL

Nico y Nati, nacidos para el carnaval. (Foto: gentileza SL)
Luney tiene 10 y participa de “Suerte Loca” desde que es muy chiquita. Hija de otra murguera, Yesi, baila y canta y para ella la murga significa alegría, diversión y estar con sus amigos. Aunque su mamá empezó a trabajar los fines de semana y ahora tiene que faltar a los ensayos, está firme en cada corso con su uniforme blanco, rojo “que inspira pasión” y el violeta “del atardecer”, como dice su canción.

Es una murga pequeña, de casi 20 integrantes, murgueros de ayer y hoy y, sobre todo de niñeces. Los más chiqiuitos, de dos años, ya están con sus trajes brillosos, haciendo sus primeros golpes de bombo y sus pasos, con sus guantes blancos y trenzas llenas de brillo. Una murga que, en sus comienzos, supo ser más nutrida pero que, como tantas otras, decreció su cantidad de integrantes durante la pandemia. Pero que sean pocos, a ellos, no les mueve la aguja.

Un viejo micro los lleva a los corsos del conurbano Foto gentileza SL

Un viejo micro los lleva a los corsos del conurbano. (Foto: gentileza SL)
Llega febrero y ya saben que febrero es febrero. Para ellos en febrero no hay casamientos, no hay cumpleaños, no hay vacaciones: saben que el mes de los carnavales es sagrado y cada corso es una misa que se prepara con meses de anticipación. Como un equipo de fútbol que concentra antes de una final decisiva, sus integrantes se reúnen antes de cada salida en el ex Olimpo, donde llegan con sus levitas y galeras emperchadas, sus cajas de herramientas llenas de pintura para la cara, espejos, brillos, fantasías, pinceles y los bombos.

Mientras esperan al micro que los lleva a través de los distintos corsos de capital y del conurbano (en este caso, a Sarandí), se sientan en ronda para girarse mates o quizás un fernet y maquillarse unos a otros con la pericia que dan los años de patear murgas. Se dibujan en la cara banderines, estrellas y arabescos. La expectativa aumenta mientras pasan los minutos. Cuando el micro finalmente estaciona, el fervor es total. Y ese viaje en colectivo, el escenario del último ensayo general.

Kily un incondicional de Suerte Loca Foto gentileza SL

Kily, un incondicional de Suerte Loca. (Foto: gentileza SL)
A la hora de inventar los pasos, el Kily dice que uno “va aprendiendo y después hay que mezclar”. “También lo que pasa cuando sos nuevo es que los murgueros más antiguos te van llevando a corsos, a ver murgas y siempre va a haber alguien que te diga: ‘mirá ese paso que están haciendo, mirá como hacen esa vuelta’, y vos vas viendo, vas aprendiendo, y ocurre lo que llamamos el ‘síndrome del manija nuevo’. Y de la nada estás pensando nuevos pasos, uniendo otros…cada uno va proponiendo. Hay gente que tiene más años y más habilidad para crear pasos y de la nada te arma un desfile”, explica Yesi.

“Eso que acaba de describir ella para mí es la cultura popular”, comenta Federico sobre la reflexión de su compañera. “Se aprende en la calle, se aprende compartiendo, no yendo a un lugar. La cultura popular circula, es para usar, no para consumir. En tanto haya en la calle, va a seguir habiendo. Si nos replegamos, se va a ir muriendo”.

Yesi espera con ansiedad cada mes de febrero Foto gentileza SL

Yesi espera con ansiedad cada mes de febrero. (Foto: gentileza SL)
Para Federico, aprender a hacer murga se trata de acercarse y agarrar un bombo. “Nadie sabe andar en bicicleta, pero un día, con la práctica, te das cuenta que podés andar sin rueditas. Esto es lo mismo. Agarraste el bombo, empezaste con rumba, la rumba la llevaste al plato, al plato lo hiciste banderita, después lo hiciste murga, después lo hiciste tres saltos y la misma práctica te va aflojando”. “Yo entré sin saber ni el 10%. Empecé llevando la bandera, después bailando, después me subí a cantar y de a poco te vas sintiendo murguero. No sé si te sentís murguero si no lo hacés desde chiquito, te lleva un tiempo esa procesión”, dice el Kily, que entró en este mundo “de grande”. Cuando hablan “de chiquito” se refieren a la primera infancia porque, claro, hay bebés que nacen con varios meses de estar escuchando el bombo y platillo.

Marcos cuenta cómo fue su llegada a la murga: siempre quiso ser murguero pero le daba ‘vergüenza’ preguntar si podía participar de una. Un día, venciendo la timidez, se acercó a un ensayo y, pidiendo un cigarrillo como forma de hacer un primer contacto inicial, les preguntó a los integrantes si podía sumarse. Ahota toca el bombo, el platillo, canta, baila y también responde preguntas en el IG de “Suerte Loca”

Carnaval toda la vida

Lula y Cami estn dando sus primeros pasos en Suerte Loca Foto gentileza SL

Lula y Cami están dando sus primeros pasos en Suerte Loca. (Foto: gentileza SL)
El espíritu general del carnaval es, al menos por unas noches, trastocar el orden establecido: una celebración popular del goce pagano. En el Río de la Plata, cuando los esclavos salían en los toques de candombe, se dice que les robaban a los esclavistas sus galeras y levitas que las usaban dadas vuelta, dejando ver su interior forrado de telas brillosas. Quizás esa fue la inspiración de la levita murguera.

Lo cierto que es que, en estas latitudes, la murga llegó como una expresión importada de los carnavales del sur de España y que, con la oleada masiva de inmigrantes en 1930, adquirió la esencia que lo que es hoy la tradicional murga porteña. Las glosas, que son las canciones a coro que se hacen sobre el escenario, hablan del barrio, de los amores, las tristezas, son homenajes a quienes ya no están y, sobre todo, tienen tradicionalmente un fuerte contenido de crítica social. Por eso, no es casual que durante las dictaduras los corsos hayan estado prohibidos.

Para Federico Mercado, uno de los «Suerte Loca», el folclore porteño tiene al tango como su expresión más tradicional. Pero es la murga es esa “otra” vertiente: “es un modo de construcción de la cultura popular de esta ciudad. La inmigración italiana, española, de otros lugares del centro de Europa y la que llegó de forma forzada por la esclavitud formó un conglomerado que se dividió entre el tango y la murga. Son dos hermanos que nacieron en el mismo lugar: uno triunfó porque se fue a Europa y otra se quedó, que es la murga”.

Elu disfruta de cada noche de Carnaval Foto gentileza SL

Elu disfruta de cada noche de Carnaval. (Foto: gentileza SL)
La murga no solo juega un papel de centralidad barrial en lo geográfico, sino que también transversal: los corsos, que implican la invitación de otras murgas de CABA y del conurbano, permiten que giren por distintas localidades trayendo sus expresiones particulares a través de distintos territorios.

Hoy en día, al menos en Buenos Aires, existe el circuito oficial y el independiente de murgas.

Para participar del oficial, que implica la subvención de fondos del GCBA, cada murga debe cumplir con ciertos requisitos que le dan un marco institucional y, quizás, cierto tinte ortodoxo: una cantidad de bombos y platillos, de integrantes, de reglamentación en el uniforme, incluso que todos usen la misma marca de zapatillas blancas.

El circuito “off” es mucho más laxo, autogestivo, experimental y, para “Suerte Loca”, elegir ser independientes es una postura política frente a esas exigencias. Sin embargo, el recorte de corsos en CABA que se hizo este año, donde se pasó de 38 a 15, puso a toda la comunidad murguera en alerta.

Lili sensualidad en la murga de Floresta Foto gentileza SL Foto gentileza SL

Lili, sensualidad en la murga de Floresta. (Foto: gentileza SL) (Foto: gentileza SL)
Federico resalta que la cuestión callejera es central: “Buenos Aires es de las pocas ciudades del mundo donde uno no tiene que pagar para disfrutar de un carnaval. Está en tu propio barrio, compartís con tus vecinos y la ganancia de lo que consumís queda en el barrio”. Ellos creen que el horizonte del GCBA es que se apunte a los corsódromos pagos y a desfinanciar, cada vez más, la difusión de estos espectáculos.

Si embargo, también señalan que frente a eso hay casi cien murgas que ensayan todo el año, que construyen vínculos con los vecinos y que en febrero ofrecen shows que son celebrados y agradecidos “que se contraponen a esa intención de destrucción”. “Hay vecinos que se quejan de las murgas. ¿Y qué piensan que somos los murgueros? ¿Marcianos? ¡Nosotros también somos vecinos! En esa dinámica se nos construye como los enemigos”, expresa Federico.

Para los Suerte Loca, esta mirada se manifiesta a través de políticas públicas que buscan sacar a los corsos de sus calles emblemáticas para trasladarlos a otras menos visibles, que tiene como fin “esconderlo y dominarlo”: “el carnaval es una fiesta popular y, como tal, es indomable”, afirma.

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