Fue en marzo de 1990. Ana Maria Blassi, la víctima, decía que era la hija del “conde de Luxemburgo”. Tenía 42 años, pero alegaba 28. Según el testimonio del único condenado, la mujer lo había contratado para matarla a ella y a su amante porque este le había contagiado Sida, pero ninguno de los dos estaba infectado.
10 de diciembre 2023, 05:57hs
En la madrugada del viernes 9 de marzo de 1990, el capitán de la Armada Carlos Di Nucci y su amante Ana Maria Blassi salieron de un albergue transitorio de Recoleta y fueron atacados a balazos. Dos proyectiles impactaron en la mujer y la mataron casi en el acto, abriendo una trama de fabulaciones que, hasta el día de hoy, no perdió el misterio.
Ese verano, poco antes de su propio crimen, Ana María había contactado a un exconvicto en un bar de la localidad de San Martín para contratar sus servicios como sicario porque su “novio”, un alto oficial de la Marina de Guerra, le había contagiado Sida. Ese habría sido el desencadenante de su sentencia de muerte y también la primera de una serie de mentiras que empantanaron el caso.
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Asesino en las sombras
La noche de su asesinato, Ana María y Di Nucci fueron al hotel alojamiento Acapulco de Recoleta, pero no tuvieron sexo. Según reflejaron las crónicas de la época, él quería ponerle fin a esa relación clandestina que mantenían para irse de viaje a Francia con su pareja.
Ana María tenía en ese momento 42 años, pero aprovechaba su aspecto juvenil y se restaba catorce. También se presentaba como la hija de un conde de Luxemburgo y decía que era modelo. Pero, aunque no existía ni un solo registro que la vinculara con dicha profesión, cuando su amante le dijo que se iba, ella lo amenazó con subirse al mismo avión con la excusa de un supuesto desfile en París.
El intercambio de palabras entre los dos se extendió durante 25 minutos y a las 23.07 salieron del hotel y empezaron a alejarse en dirección a la avenida Pueyrredón, cuando de repente un sujeto salió de entre las sombras, se abalanzó sobre ellos y a punta de pistola trató de quitarle la cartera a la mujer.
No se sabe si hubo o no un forcejeo entre Di Nucci y el presunto ladrón. Lo cierto es que se escucharon cinco disparos, después de los cuales ella cayó gravemente herida al piso, y el capitán de la Armada, que también había recibido un balazo, pero en la pierna, pidió ayuda y para que la atendieran con rapidez vociferó: “¡Esta mujer es hija del conde de Luxemburgo!”.
Dos custodios de la embajada del Reino Unido lo escucharon y fueron los que corrieron hacia la escena del hecho y redujeron al supuesto asesino, con la cartera de Ana María Blassi en sus manos.
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Se trataba de Juan Martín Colman, un hombre de casi 50 años que había pasado 28 en la cárcel y hacía poco tiempo había recuperado la libertad. Mientras lo trasladaban a la comisaría 19ª, una ambulancia llevó a la mujer al Hospital Fernández, donde murió poco después de ingresar.
El “pacto de muerte”
Ni un robo ni un homicidio accidental. Cuando le tomaron declaración, Colman aseguró que la víctima lo había buscado a él días atrás y lo contrató para que la matara a ella y a su amante, Di Nucci.
“Esa mujer vino a verme hace unos días y me contrató para que los matara. Me dijo que el hombre era un alto oficial de la Marina de Guerra, que le había contagiado Sida”, contó el exconvicto, palabras más palabras menos. Y agregó: “Decía que como ya tenía la sentencia de muerte firmada, se lo iba a llevar con ella”.
Siempre en base al relato de Colman, Ana María pactó así una suerte de cita macabra, le dijo la hora y el lugar donde debía encontrarlos, y le ofreció a cambio una suma de 2 mil dólares. Después, como muestra de su buena fe, le dio un anticipo de 200 en ese mismo encuentro y le prometió que el resto podría encontrarlo en su cartera después de cumplir su cometido.
El acusado declaró que aceptó el trabajo que le propuso Blassi y reconoció también haberse presentado en el lugar acordado, pero dijo que su única intención era robar la cartera y escapar con los dólares sin matar a nadie. Él no era un asesino, aclaró. Pero el robo se complicó porque el hombre se le tiró encima y la mujer no soltaba su bolso, entonces disparó.
Las balas de la discordia y otras pruebas de la historia increíble
Juan Martín Colman, que acababa de salir libre después de pasar más de la mitad de su vida en prisión, se adjudicó dos de los cinco disparos que se ejecutaron esa noche. En ese sentido, las pericias balísticas le dieron la razón, ya que dentro el tambor de su revólver no solo habían quedado tres proyectiles, sino que, además, no correspondían al modelo y calibre de las balas que se encontraron en el cuerpo de la víctima fatal.
Por otro lado, el testimonio del dueño del bar “Los Gonzalo” de San Martín también respaldó su relato, ya que el hombre reconoció haber visto en su local conversando con el sospechoso a “una mujer alta, rubia y de un extraordinario parecido con la víctima”.
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Otro elemento a favor de la coartada de Colman, fue el fajo de mil ochocientos dólares que los investigadores encontraron en uno de los bolsillos internos de la cartera de la mujer asesinada.
Todas las piezas parecían encajar con la hipótesis del crimen por encargo solo que el desencadenante, el supuesto contagio de una enfermedad terminal, se derrumbó al conocerse el resultado de los análisis. Ni Blassi ni Di Nucci estaban infectados.
El misterio del segundo tirador y la condena
En medio de todas las complejidades del caso, tanto la defensa de la víctima como la de Colman coincidieron en un punto: la existencia de un segundo tirador. Para los abogados, al menos una persona más – además de Colman – había disparado contra la pareja desde la parte más alta del paredón del cementerio de la Recoleta, justo frente al albergue transitorio.
Así lo sugerían la dirección y trayectoria de una de las balas recibidas por la mujer y de otra que hirió a su acompañante, y una bala intacta de fusil, modelo Winchester, que se había encontrado al lado de la cabeza de Blassi. No obstante, no alcanzaron las pruebas para sostener la teoría y, menos aún, para identificar a un segundo sospechoso.
Finalmente, la Justicia condenó a Colman a prisión perpetua y la sentencia fue confirmada después por la sala II de la Cámara del Crimen. Entre los argumentos de la resolución, dejaron entrever que de la declaración del imputado surgieron datos “que indicarían un conocimiento previo de Blassi y Colman”.
Recuérdenme
Tras el cierre del caso, se supo que Di Nucci hizo aquel viaje del que le había hablado a Ana María y su rastro se perdió definitivamente en el continente europeo. En tanto, Colman cumplió su condena sin admitir jamás la autoría del crimen.
Después de pasar por distintas unidades penitenciarias, Colman salió de prisión en 2010 y ya no volvió a ser noticia. En una de las últimas entrevistas que le dio a los medios, con el reconocido periodista de policiales de TN y eltrece Enrique Sdrech, expresó: “Espero que se acuerden de Tito Colman, que se acuerden de todo lo que denuncié y nadie quiso escuchar”.