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La vida después de la tragedia: su marido y su hijo murieron en el temporal de Bahía Blanca y pelea por seguir

Celeste Castillón era la esposa de Ariel Baldi y la mamá de Benicio, quienes murieron abrazados en el derrumbe en el club Bahiense del Norte. Tras recibir el alta, la mujer sigue recuperándose de las heridas y en los próximos días se pondrá al frente del lavadero de autos que manejaba su marido.

Mariano López Blasco

23 de diciembre 2023, 03:00hs

Celeste junto a su esposo Ariel, una de las 13 víctimas fatales del derrumbe trágico en Bahía Blanca. (Foto: Facebook / Celeste Castillón)

Celeste junto a su esposo Ariel, una de las 13 víctimas fatales del derrumbe trágico en Bahía Blanca. (Foto: Facebook / Celeste Castillón)

“Estoy saliendo justo ahora del hospital. Tengo que usar un corset a medida durante 45 días”. Celeste Castillón (36) atiende el llamado de TN con las secuelas del horror en el cuerpo y un dolor indeleble en el alma, pero con la voz entera y el rumbo claro. Su esposo Ariel Baldi (45) y su hijo Benicio (5) murieron en el derrumbe trágico provocado por el temporal que azotó a Bahía Blanca el sábado anterior: los encontraron abrazados bajo los escombros en el club Bahiense del Norte. Aunque sufrió heridas varias, ella sobrevivió.

Lola (9), la hija mayor de la pareja, estaba a punto de hacer su presentación en el show de patín artístico de fin de año, un evento muy esperado por la comunidad del club. Era el sábado 16 y el cielo no traía buenas señales.

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“Compramos las entradas, empezamos a caminar y cuando pasamos por un costado de la cancha vimos entrar un chorro de agua. Eso nos llamó la atención”, recuerda Celeste.

Eran las 19 y el show estaba previsto para las 20.30. La familia había llegado temprano para que Lola pudiera prepararse con tiempo. “Entramos y nos fuimos a las gradas. Yo ocupé uno de los asientos, Ariel se ubicó más arriba y Benicio se sentó al lado de su papá”, detalla.

Y continúa: “Estaban los ventiluces abiertos y noté que el viento empezaba a remolinear. Miré para arriba y entraban tierra y hojas. Ahí sentí un estruendo. Cuando desperté, era la catástrofe”.

Celeste asistió en silla de ruedas al funeral de su esposo y su hijo. (Foto: gentileza Clarín)

Celeste asistió en silla de ruedas al funeral de su esposo y su hijo. (Foto: gentileza Clarín)Por: Fernando de la Orden

“A mí me salvó el profesor de mi hija”

El derrumbe de la pared ubicada detrás de las gradas mató a 13 personas e hirió a otras 14. Celeste fue internada con lesiones en la columna, golpes diversos y cortes en las piernas y en la cara. Le colocaron un cuello ortopédico, y pese a que se vio forzada a movilizarse en una silla de ruedas, recibió un alta transitoria para poder despedirse de Ariel y Benicio.

Lola se había ubicado en otro sector dentro del club y no le pasó nada. “Ella estaba en la parte de pre-competencia, ya peinada y con la malla puesta”, agrega Celeste, y sigue: “A mí me salvó la vida Feliciano Zamora, el profesor de mi hija. Él me rescató. Me dijo que Lola estaba bien y que a mi marido y a mi hijo los estaban buscando”.

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Un rato después, una amiga fue la encargada de transmitirle a Celeste la peor noticia: el derrumbe se había llevado la vida de dos de sus seres más amados. “Ella me contó que los habían encontrado abrazados. El instinto de Ariel fue proteger a nuestro hijo. Y creo que si mi marido hubiese sobrevivido, no habría soportado perder a Benicio. La conexión entre ellos era increíble”, resume con el dolor a cuestas.

En “esos cinco minutos de la mismísima mierda”, como ella misma define a la tragedia, Celeste recibió una señal del destino: “Por algo yo me quedé y no me fui también. Alguien tenía que quedarse con Lola. Ella me necesita y yo la necesito a ella”.

La conmovedora despedida a Ariel en el perfil de Celeste. (Foto: Facebook / Celeste Castillón)

La conmovedora despedida a Ariel en el perfil de Celeste. (Foto: Facebook / Celeste Castillón)

En plena recuperación de las fisuras sufridas en cinco vértebras (de 4 a la 8), y mientras intenta elaborar el duelo, la mamá decidió apropiarse de esa señal y darle vida. En los próximos días se pondrá al frente del lavadero de autos Villa Mitre, ubicado en Chiclana 1510, en el corazón de la ciudad. El comercio había sido fundado por Ariel y era el principal sustento de la familia. En paralelo, el hombre (era padre también de otros tres hijos de una pareja anterior) llevaba 10 años trabajando en una distribuidora de cigarrillos.

“Ariel siempre buscó ganarse la vida, salir adelante y procurar que nunca nos faltara nada. Pese a ser el propietario, en el lavadero era uno más. Hacía las mismas cosas que el resto de los empleados”, cuenta Celeste.

Y sigue: “Tengo que darle de comer a mi hija y sé que los clientes me están esperando. Cuando estaba Ariel, se peleaban para ver quién llegaba primero”.

Celeste junto a Lola y Benicio. (Foto: Facebook / Celeste Castillón)

Celeste junto a Lola y Benicio. (Foto: Facebook / Celeste Castillón)

“No fue culpa de nadie, fue una catástrofe”

En estos días, Celeste se apoya en Lola (”Ella está bien, tiene una cabeza completamente diferente y me enseña mucho”, dice) y en sus amigas (”Son de fierro”). Además, recibe ayuda de un cuerpo de psicólogos. “Nos están acompañando y ayudando a que aprendamos a convivir con esta herida”, dice.

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La tragedia motivó la apertura de una causa en la Justicia. Cristian Aguilar, titular de la UFIJ N° 1 especializada en delitos culposos, impulsa una investigación que busca determinar si se trató de un accidente o el desastre era evitable. Celeste no tiene dudas. “No fue culpa de nadie. Fue una catástrofe. Evidentemente, Bahía Blanca no está preparada para este tipo de acontecimientos climáticos”, remarca.

Y termina: “Aún si la Justicia dijera lo contrario, para mí no hay nada que pueda reparar el dolor que tengo. Ya hablé con Leandro Ginóbili (hermano de Manu y actual presidente del club) y le dije que no voy a iniciar ninguna demanda ni nada. El club se portó muy bien conmigo”.

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