La central nuclear Atucha I cumplió 50 años de operaciones y este domingo 29 de septiembre a las 17.30 horas llegará al final de su vida útil. Desde entonces arrancarán las obras durante aproximadamente 30 meses -2 años y medio- para remodelar el reactor y volverlo a poner en funcionamiento por otros 20 años a partir de marzo o abril de 2027.
Los trabajos de inspecciones, mantenimientos y mejoras para la extensión de la vida útil hasta 2047 comenzarán con el vaciado del núcleo del reactor, lo que requerirá sacar unos 262 tubos con uranio (elementos combustibles) que están colocados en vertical y llevarlos a un almacenamiento.
En total, las tareas demandarán inversiones por unos 670 millones de dólares y el nuevo directorio de la empresa pública Nucleoeléctrica Argentina (NASA) sostuvo que está asegurado su financiamiento con aportes del Tesoro nacional.
Una parte de ese dinero -US$ 180 millones- ya había sido conseguido mediante licitaciones en el mercado de capitales de tres tramos del fideicomiso NASA IV.
Riesgo de cortes de luz
La extensión de la vida útil de la central nuclear se viene planeando desde 2008, mientras que periódicamente se van actualizando sus sistemas de seguridad.
Ante el peligro de una crisis inminente en el verano por falta de generación de energía, el Gobierno evaluó postergar la salida de operación de Atucha I hasta abril de 2025, pero la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) no lo permitió. Los conocedores de la materia entienden que hubiera sido una mala señal técnica prolongar sus servicios.
El simulador del centro de control de Atucha.Atucha I, ubicada en la localidad bonaerense de Lima -a 100 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, fue la primera central atómica de América Latina: su construcción empezó en 1968 y arrancó con su producción comercial el 24 de junio de 1974.
Cuenta con una potencia instalada de 362 megavatios -MW- y genera algo más del 1,5% de la energía eléctrica del país a partir de un reactor atómico tipo PHWR (Reactor de Agua Pesada -D20- Presurizada) con un recipiente de presión de la marca alemana Siemens, que se abastece con uranio levemente enriquecido -al 0,85%- como combustible.
Una empresa rumbo a la privatización
El nuevo presidente de NASA es Alberto Lamagna, con pasado en las administraciones de los distintos gobiernos anteriores y ahora aliado de Santiago Caputo, el asesor del presidente Javier Milei, que tiene la idea de avanzar rápido con las privatizaciones de empresas del Estado para terminar con el déficit operativo de distintas compañías y conseguir dólares que sostengan el plan económico.
NASA tiene en total 3 centrales nucleares por 1.763 MW de potencia instalada, que generan el 8% de la energía eléctrica del país y es una de las empresas estatales que tras la Ley Bases quedaron sujetas a privatización de un 49% de su capital. Su dotación de personal es de 3.100 empleados.
Los aspirantes a trabajar en el centro de control de Atucha pasan por un entrenamiento exhaustivo en el simulador.Hoy sus acciones están repartidas entre el Ministerio de Economía (79%), la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA, 20%) y Energía Argentina (1%), a su vez otra compañía pública en venta.
Pero NASA, a diferencia de otras firmas, tiene un superávit operativo que en 2023 alcanzó casi 800 millones de dólares. Este año, el ministro de Economía, Luis Caputo, sumó una deuda de unos US$ 200 millones con la empresa al no pagarle por sus ventas de energía entre diciembre y febrero, que tampoco canceló con el bono AE38D.
En relación a la central, Lamagna declaró: “El proyecto permitirá que Atucha I opere durante 20 años más, asegurando su aporte a la matriz energética nacional y promoviendo el desarrollo de capacidades técnicas que posicionen a Argentina en el mercado global de servicios nucleares».
Y destacó el «compromiso del Gobierno nacional por fortalecer y expandir el potencial nuclear argentino, en un contexto de revitalización mundial de este tipo de energía, que ofrece oportunidades de desarrollo en la incorporación de capitales privados”.
La energía nuclear es pilar de la transición energética de la descarbonización hacia fuentes limpias porque es un tipo de generación termoeléctrica que no contamina -como las energías renovables- y tampoco es intermitente, sino que tiene solidez en su operación.
Los reactores no liberan dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera y son una fuente de energía segura y eficiente, remarcan sus técnicos. «Antes nos echaban de las COP -Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático-; ahora nos llaman», grafican.