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La nueva Esperando la carroza: secretos del fenómeno que llega al teatro y que se volvió hasta boom turístico

Una película que se volvió un gran meme. Que se fragmentó en postales virales que narran en muecas la cruel realidad argentina. Una obra de arte de la comedia que saltó al metalenguaje de las redes sociales. Un hito del cine nacional que es ahora algo más complejo, un dialecto 2.0, una «iglesia» con rebaños virtuales que se multiplican. La argentinidad al palo condensada toda en Esperando la carroza, el fenómeno vintage inesperado.

Murales callejeros, recorridos turísticos, tatuajes, remeras, foros, tesis universitarias. El boom sobre esta oda al grotesco, a lo descabellado, descarnado y burdo crece con los años y tendrá su cumbre con la marquesina que colgará en la calle Corrientes otra vez. La historia del rumano-uruguayo Jacobo Langsner que Alejandro Doria dirigió en cine llegará al Broadway el 11 de abril.

El ascenso social, el estancamiento, la caída, los nuevos ricos, los nuevos pobres, el cruce social, la hipocresía social, la vejez, la fobia a la vejez, la decrepitud. Hay tanta materia de análisis que esta jugosa carne de diván invita permanentemente a repensarnos. Una pequeña familia como una muestra de la sociedad y un drama que une y pone en el espejo mezquindades, prejuicios, mandatos, miserias. «Pasa en las mejores familias», parece decirnos todo el tiempo este grotesco criollo que nunca se oxida.

Antonio Gasalla, China Zorrilla, Luis Brandoni, Betiana Blum, Enrique Pinti, Juan Manuel Tenuta y compañía tendrán sus «dobles» sobre tablas, actores que deberán abstraerse de ese recuerdo grabado a fuego por el espectador argentino. Romper con esa dimensión, con ese conjunto de actuaciones brillantes que cine resultaron perfectas, será tarea, en parte, del director Ciro Zorzoli.

Esperando la carroza es el ejemplo de la valoración tardía, de la resignificación. Lo que significa la cinta fue cambiando increíblemente con el tiempo, in-crescendo. De haber sido destrozada por la crítica a días de su estreno a etapa de aceptación para finalmente convertirse en clásico elogiado. «Es un milagro, el público se encargó de endiosarla y de convertirla en mito», juzgaba el mismísimo Doria.

Merchandising en forma de tazas y remeras, motivo de tattoo, agrupaciones de culto. El monstruo alcanza diversas expresiones y encuentra su sumum en los chistes virales que se construyen con la realidad argentina. Hoy es común que la devaluación se cuente con las caras de Mónica Villa, o que los choques en el Congreso tengan la voz de Andrea Tenuta. «Dice Doña Elisa que nos vayamos todos a la mierda». «Ahí lo tenés al pelotudo». Qué miseria, che». «Qué criatura estúpida». «Tres empanadas que le sobraron de ayer para dos personas»…

Detrás de humor de trazo grueso hay un drama, un dramón tan nuestro y a la vez universal que explica en parte la vigencia. La tragedia disfrazada de comedia para digerirse mejor. Una anciana con demencia maltratada, por su nuera e ignorada por parte de la familia, desaparece. Entonces arranca los enredos, la culpa, la unión para una búsqueda en la morgue…

De grazia, Blum, Zorriilla. Tres de un elenco magistral.De grazia, Blum, Zorriilla. Tres de un elenco magistral.Los Musicardi -la familia en cuestión- son una verdadera orquesta actoral, monstruos bien dirigidos que logran una comunión de antología. Y aún generan movimientos de masas impensados, como la Asociación de Enfermitos de diálogos de Esperando la carroza, que dio origen a un documental.

En pleno ensayo del tanque que se viene, un viaje a las entrañas de ese tesoro que iba a ser protagonizado por Niní Marshall hasta que el destino aterrizó en territorio Gasalla. Cómo una creación basada en la pieza teatral de 1962 que los divinizada.

Un club de «adictos»

Casi «hija» de Feos, sucios y malos (el filme de Ettore Scola de 1976), Esperandoparece inspirada en esa desmesura italiana, en los que algunos llaman informalmente «género esperpéntico».

Las figuritas Las figuritas «mentirosas» que diseñaron los fans de «Esperando la carroza»Los fans saben dónde congregarse cuando necesitan evocar en grupo aquel tótem cinematográfico. En Echenagucía 1232 está el templo al que se congregan los adeptos a este sainete ochentoso.

Vivienda construida en 1929, el propio Doria la eligió cuando se hizo un relevamiento de casas a alquilar por Versalles. En 2011, después de una movida para que declararan a la vivienda patrimonio cultural, dueños de corralones de la zona, de ferreterías y demás donaron materiales para la puesta en valor. Se arregló la fachada, se reemplazaron vidrios rotos y se impermeabilizaron techos para terminar con las goteras.

Hoy el hogar de los Musicardi es una pinturita. Está habitado, pero en ocasiones especiales sus moradores permiten que los curiosos pasen y se maravillen con esos muros en los que una sublime China Zorrilla gritaba: «¡Nos cortaron el agua esta mañana!».

Por esas callecitas versallesas se destaca un mural en homenaje a Mamá Cora. En Porcel de Peralta y Arregui, la artista María Agustina Villalba pintó a Gasalla en personaje y en el tour Carroceros la foto se convierte en la estrella del recorrido.

Las figuritas Las figuritas «mentirosas» que diseñaron los fans de «Esperando la carroza»Otra perla ligada al fenómeno es el documental Carroceros (2021), de Mariano Frigerio y Denise Urfeig. Radiografía de esa extraña hipnosis, la producción no sólo logra entrevistas con los protagonistas, sino que pinta el universo de esa rara avis de extremistas de la película cuyas vidas están atravesadas por ese recuerdo.

«Habré visto la película tal vez 100 veces y estudié cine en parte por ella. Creía que era fanático, pero cuando descubrí a otros me di cuenta de que soy un nivel medio», deduce Frigerio, que nació en 1981 y cree haberse topado por primera vez con la historia en los ’90’, en la pantalla de Telefe.

En principio, la dupla de directores intentaba un documental sobre la casona donde se filmó la película, pero el proyecto mutó, disparado por un grupo de facebook, Asociación de enfermitos de diálogos de Esperando la carroza. «Empezamos a investigar y encontramos que había hasta niños fanáticos, gente que reproducía de memoria los diálogos de la película entera», detalla Frigerio. «La historia nunca envejeció, se fue resumiendo en memes y esta puesta teatral es algo riesgoso con la historia tan viva, pero puede funcionar muy bien».

Las figuritas Las figuritas «mentirosas» que diseñaron los fans de «Esperando la carroza»Una anécdota que suele reproducir Mónica Villa, la asfixiada Susana de Musicardi en la historia, da cuenta del aprecio de los argentinos por esa producción que tuvo hasta versión portuguesa (Querida mãe). Años atrás sufrió un robo en su departamento de Rodríguez Peña y Sarmiento, rompieron la puerta con una barreta y se llevaron la videocasetera y un VHS de la nutrida videoteca: el de Esperando la carroza.

«Había una gran colección de cine arte, pero no, no se llevaron ni a Fellini, ni a Bergman, ni a Woody Allen», se ríe la mujer que llegó a dar clases de teatro latinoamericano en una universidad china, Nanjing.

Gritos, mohines, ademanes, lenguas estiradas, ojos petrificados. «Leer» a Esperando la carroza es un juego que no da tregua. La exageración en su máxima expresión, sin pausa. El riesgo artístico era alto, pero Doria lo asumió y -con el diario del lunes- podemos decir que ganó. A la distancia, Villa sonríe con el recuerdo del sufrimiento: el día del preestreno vio sus primeras escenas y se largó a llorar. «No me gustaba lo que veía, me quería ir del cine, mi marido me atajaba», confiesa. «La película sufrió el boicot de los empresarios de las salas y Doria nos pedía a los actores ir a la puerta del cine a invitar a la gente a pasar«, suma la señora del grito feroz: «¡Hay que tener plata para que lo inviten a uno!».

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