La rutina laboral diaria varía considerablemente de persona a persona. Diversos estudios científicos han demostrado que la edad juega un papel fundamental a la hora de determinar los horarios de trabajo más adecuados y la cantidad de horas óptima para lograr una mayor productividad y bienestar.
Para los adolescentes y adultos jóvenes, comenzar la jornada laboral más tarde puede resultar beneficioso. El reloj biológico de este grupo etario difiere del de los adultos, ya que la liberación de melatonina, la hormona que regula el ciclo sueño-vigilia, se produce de forma natural alrededor de las 10 de la noche. Esto implica que tienen sueño más tarde y, en consecuencia, deberían despertarse no tan temprano para alcanzar un descanso óptimo. Especialistas como el psicólogo Jess Shatkin, del Centro de Estudios Infantiles de la Universidad de Nueva York, recomiendan en sus estudios que los adolescentes y adultos jóvenes comiencen preferentemente a trabajar a partir de las 10 de la mañana.
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Por otro lado, la Academia Estadounidense de Pediatría sugiere que los horarios laborales en ese rango etario deberían adaptarse aún más a los ritmos biológicos de los jóvenes, comenzando después de las 8:30 de la mañana. Durante esta etapa de la vida, las preferencias individuales, ya sea ser madrugador o noctámbulo, adquieren una relevancia fundamental para determinar los horarios laborales más efectivos. Estas preferencias están asociadas con factores genéticos, lo que sugiere que ciertas personas podrían rendir mejor en las mañanas y otras en horarios vespertinos. La clave radica en alinear los horarios de trabajo con el reloj biológico personal, buscando maximizar la productividad y el bienestar.
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Sin embargo, un factor importante a considerar es el trabajo por turnos irregulares, especialmente aquellos que incluyen horarios nocturnos. Según el médico Christian Benedict, investigador de la Universidad de Uppsala en Suecia, aquellos trabajadores con antecedentes familiares de diabetes, obesidad o enfermedades cardiovasculares deberían evitar este tipo de horarios cambiantes. Además, se ha asociado el trabajo por turnos con un deterioro cognitivo y dificultades para eliminar desechos celulares en el cerebro, lo que afecta la salud mental a largo plazo.
QUÉ PASA CON LOS MAYORES DE 40
Para las personas mayores de 40 años, los estudios muestran que el horario óptimo para comenzar a trabajar es después de las 9 a.m., ya que esto ayuda a mantener una mejor función cognitiva y un mejor equilibrio en la salud. Un informe del Melbourne Institute of Technology encontró que una jornada laboral que comience más tarde y se extienda durante menos horas puede mejorar la capacidad de concentración y el rendimiento mental de este grupo de edad. Aunque la hora exacta de inicio puede variar dependiendo de las necesidades individuales, comenzar después de las 9 a.m. parece ser una constante recomendada para evitar el cansancio y mantener la productividad.
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Por otro lado, el investigador de National Geographic, Dan Buettner, sugirió en una entrevista con Atlasian que una jornada más tardía y reducida puede ser lo más beneficioso para aquellos mayores de 40 años. Buettner subraya que mantener un horario equilibrado, sin iniciar demasiado temprano, favorece una mayor satisfacción laboral y reduce el riesgo de problemas de salud relacionados con el estrés y la falta de descanso.
Adaptar los horarios de trabajo a los ritmos biológicos y preferencias individuales de los empleados, según su edad, puede ser una estrategia clave para mejorar la productividad, el bienestar y la salud a largo plazo. Escuchar las necesidades de los trabajadores y proponer soluciones personalizadas puede marcar la diferencia en el rendimiento y la satisfacción laboral.
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Con información de Infobae, intervenida por IA, editada por un periodista de ADNSUR.