Dos gemelas idénticas se peinan frente a un espejo. Tienen gestos similares que realizan de forma casi coreográfica y desayunan lo mismo. En los primeros minutos de Somos lo que comemos: un experimento con gemelos (Netflix), un especialista en nutrición plantea el eje de la serie: ¿qué sucede si investigamos los metabolismos de personas genéticamente iguales que llevan distintas dietas?
La serie documental, que tiene cuatro episodios de una hora, reúne a cuatro pares de gemelos para mostrar el poder que tiene en nuestro cuerpo lo que ingerimos a diario. Uno de los hermanos recibió una dieta basada en plantas y, el otro, una omnívora; en ambos casos fueron dietas equilibradas y acompañadas de actividad física.
En los episodios, se sigue la vida de los gemelos a lo largo de ocho semanas para llegar al punto final: un análisis exhaustivo de su salud cardiovascular, estado metabólico y el microbioma intestinal.
La estructura de la serie es clásica, con el paso a paso del experimento y los protagonistas mirando a cámara para cerrar un relato o abrir la imaginación del espectador. El punto más interesante no es esa faceta de docureality de seguir una dieta ni los pros y contras de la carne y los lácteos, sino el foco detallado en las razones históricas y culturales de los hábitos de alimentación de los estadounidenses.
El abordaje permite llegar a cifras alarmantes, como que el 20% de los niñños estadounidense es obeso.En buena parte de la serie, los gemelos sólo son una excusa para hablar de la industrialización de la comida, que llegó a un estado crítico. Sólo un dato que da cuenta de lo alarmante de la situación: el 20% de los niños de ese país son obesos.
Somos lo que comemos muestra con pericia el flagelo de la industrialización, pero también de las enfermedades asociadas y la destrucción del planeta. Además, intenta explicar que el ADN no es el destino, a partir de entrevistas a nutricionistas, médicos y otros expertos. Incluso pone el foco en laboratorios de carnes alternativas, que intentan hacer productos tan sabrosos como un bife “sin vacas, que necesitan de un sistema de producción ineficiente”.
A fuerza de historias de productores de alimentos, especialistas y los gemelos, la serie lleva bien las más de tres horas de relato. Sin embargo, hay un punto flojo, que no le hace honor a la profundidad con la que aborda las cuestiones médicas e históricas y que no toma en cuenta: el factor económico para acceder a alimentos de calidad.
En toda la serie, apenas se mencionan los “desiertos de comida” en los Estados Unidos. Es decir, las grandes ciudades con altos índices de pobreza -Detroit es uno de los ejemplos- en los que resulta difícil y caro acceder a comida fresca y saludable.
Iguales para todo, salvo para comer. Y los resultados estarán a la vista en uno de los cuatro episodios.En esos lugares, por supuesto, abundan aún más las carnes procesadas, las grasas y los aceites de baja calidad. Allí están los menús de McDonald’s por un dólar como dieta básica de miles de personas.
El documental pone el foco en lo saludable, ético y conveniente que es seguir una dieta basada en plantas. “Todo está en lo que comes y no en tus genes”, dice en un episodio. Pero por momentos no complejiza lo suficiente el problema. Quizá no todo el mundo puede permitirse elegir. Quizá -y no son capaces de verlo- muchas veces comer bien suele ser comer caro.
Ficha
Calificación: Buena.
Documental Protagonistas: Charlie y Michael Kalish; John y Jevon Whittington, y otros pares de gemelos Creador: Cassandra Jabola y Kate Logan Emisión: Netflix Duración: Cuatro episodios de una hora.