Después de la categórica derrota electoral en el balotaje, en el peronismo comenzó el descarne partidario, aunque sea para salvar el esqueleto del principal espacio político de la nueva oposición a Javier Milei a partir del 10 de diciembre.
En ese marco, el intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray, aceleró los pasos este lunes y pidió formalmente la renuncia de Alberto Fernández y de Máximo Kirchner a las presidencias nacional y bonaerense del PJ.
Es el primer coletazo partidario después del resultado del balotaje del 19 de noviembre. El axioma aquel del peronismo no condona deuda de perdedores está en plena ejecución.
Incluso con la apelación a la memoria poco sensible del kirchnerismo: Gray recordó a ambos interpelados que, en 2009, Néstor Kirchner presentó la dimisión a la jefatura del partido después de perder las elecciones legislativas de medio término. Fue apenas un gesto, una formalidad, mientras subvencionaba el control por un tiempo breve. Al menos, suponía reflejo político.
Alberto Fernández está despojado de esos reflejos, hace mucho. Su baja de la presidencia partidaria será casi automática. Hasta por una cuestión física. Tiene previsto mudarse a España para ejercer varias cátedras de derecho. Emigra de la política doméstica. Es una capitis diminutio anunciada.
En el caso de Máximo Kirchner, su salida de la jefatura partidaria provincial requerirá de un proceso más complicado. Todavía conserva ciertas preponderancias internas, entre ellas una docena de municipios en poder de La Cámpora, el residuo de linaje familiar de la mano de Cristina Kirchner, y la necesidad del peronismo bonaerense de no aparentar una estampida.
Axel Kicillof emerge como el probable ordenador. El gobernador todavía no demostró dotes de conducción, en ese plano. No obstante, su reelección con casi el 45% de los votos en la Provincia lo convierten en el factor de poder más consistente del PJ.
Los intendentes Jorge Ferraressi (Avellanea) y Mario Secco (Ensenada) ya exigieron que asuma el liderazgo. Se agregarían otros, sobre todo con el porrazo político de Martín Insaurralde, ex jefe de Gabinete, y ex jefe comunal de Lomas de Zamora, quién regenteaba un grupo de colegas del Conurbano y sostenía los acuerdos con Máximo K.
No resulta azaroso, entonces, que Gray aparezca con la solicitud extrema. “Transcurrida una semana desde la derrota del peronismo en las elecciones y sin mediar convocatoria, pronunciamiento o tan sólo un ‘gesto político’ de los órganos partidarios, corresponde que el presidente del PJ Nacional, Alberto Fernández, y quien se arroga la presidencia del PJ de la Provincia de Buenos Aires, Máximo Kirchner, presenten sus renuncias. Ni más ni menos que lo hecho por Néstor Kirchner luego de la derrota del 2009”, expresa en la carta del jefe comunal.
Hay, además, antiguas qüitas. Máximo K llegó a la titularidad del PJ bonaerense en medio de la pandemia, favorecido por una reunión virtual del Consejo que determinó la caducidad de los mandatos vigentes, la fecha para la designación de nuevas autoridades y la conformación de una lista única. Hasta ese momento, Gray era el presidente del partido.
Casi en simultáneo, Alberto Fernández había llegado a la conducción del PJ nacional en marzo de 2021 por un acuerdo de unidad. En ese momento, el consejo del partido estaba integrado por Cristina Álvarez Rodríguez, actual ministra de Gobierno bonaerense, como vicepresidenta 1°, Axel Kicillof como vicepresidente 2°, Analía Rach Quiroga como vicepresidenta 3°, Juan Manzur como vicepresidente 4° y Lucía Corpacci como vicepresidente 5°.
Habrá que prestar atención a los próximos movimientos de los intendentes. Siempre al amparo de la discreción. El documento de Gray se difundió unas horas antes de la cumbre que tendrán con Kicillof. No se abordará ese tema en específico en la mesa grande de la Gobernación. Los recambios se organizan en otra “rosca”, íntima de discresión.
En este momento, la preocupación de los municipios y del gobierno provincial está en las medidas de ajuste anunciadas por Javier Milei, entre ellas la parálisis de la obra pública. Tanto como el recorte de partidas discrecionales a la Provincia.
Esta realidad relativiza bastante la pelea por el PJ, aunque subyace vigorosa bajo la superficie. Aún en la Justicia, porque la elección de autoridades del PJ bonaerense fue impugnada en 2021 por el propio Gray. El reclamo se encuentra en la Corte Suprema. En aquella oportunidad, la Cámara Nacional Electoral permitió, en un hecho inédito, elevar el recurso solicitado por Gray a la Corte, fundamentado en un caso de “gravedad institucional”.
Embrollos, nada más. El PJ, como sello, no inviste de relevancia absoluta. Juan Perón, en muchas ocasiones, después de su regreso del exilio, dejaba las cuestiones electorales en manos de sus aliados del Partido Conservador Popular de Vicente Sola Lima. El partido a los fines de los artilugios de comicio.
Por eso, Kicillof, quien no responde a ninguna inmanencia peronista de cuna, puede transformarse en ese liderazgo partidario por el peso de una elección. Además del respaldo de Ferraressi-Secco, está Andrés “Cuervo” Larroque, el ministro de Desarrollo Humano de la Gobernación, antes mano derecha de Máximo. Ese desgajamiento revela tendencia. No sería el único en abandonar el techo.
Queda pendiente la opinión de Cristina Kirchner. Qué rol asigna a Kicillof, y a su propio hijo, el diputado nacional.
Apremiado por las cuentas, el gobernador, según admiten en sus cercanías, deberá equilibrar sus obligaciones de gestión con futuras decisiones de poder. No parece vana la idea donde lo colocan como presidenciable 2027. El PJ sería el primer tramo de un camino intransitable.