A sus 76 años, ahora asesor y accionista de la empresa que fundó en 1979 y en lo que tal vez es una lucha contra el olvido, Omar Romano sintetizó en el libro A Malasia con un tango ( Editorial Círculo Rojo), lo que es la travesía de un empresario pyme en la Argentina.
Se trata de una historia acerca de cómo mantenerse en equilibrio y crecer en un escenario casi siempre preocupante, con fenómenos como las mega devaluaciones o las extendidas recesiones que casi los llevan a la ruina.
También, de una apuesta salvadora basada en la innovación y la búsqueda de oportunidades en el exterior.
Del desencanto, le dice Romano a Clarín, salieron con ilusión y pasión por preservar la empresa.
Los padres de Omar Romano eran obreros y fue criado por su abuela asturiana en medio de carencias en San Martín, en el corazón del conurbano bonaerense.
Omar Romano en MalasiaSe define como fruto de la educación pública. Cursó la carrera de veterinario y siendo joven se ganó la vida con todo tipo de trabajos, desde caddy en un club de golf hasta cadete en un laboratorio.
Allí conoció a quien sería su amigo y socio, el científico Arnaldo Colusi. Y arrancaron con el laboratorio Bedson alquilando lo que había sido un boliche bailable en Pilar.
Empezaron ofreciendo servicios veterinarios. De pronto, una enfermedad el tifus aviar, que fue epidemia y atacaba a las gallinas ponedoras, les planteó un desafío gigantesco.
Colusi, especializado en microbiología, encontró la cepa y desarrolló la primera vacuna contra la tifosis aviar en el país. Fue un gran comienzo jalonado de otras innovaciones.
Años más tarde creó un antibiótico en base a fosfomicina (Fosbac), que se convirtió en su producto estrella y abrió las puertas del laboratorio a la exportación. Ese antibiótico actúa en menos de tres días y no deja residuos en la carne aviar.
Y más adelante, Colusi creó un aditivo alimenticio en base a extracto de alcachofa que evita que se sature el hígado de los pollos, y les permite ganar peso y asimilar nutrientes.
Romano se dedicó a abrir mercados, primero en la región, luego el salto a Europa, Medio Oriente, Asia y Africa.
Al principio, el laboratorio se instaló en plantas de terceros en Montevideo para poder elaborar allí y otro tanto en España en el caso de los aditivos y siempre subido a la montaña rusa que los acompaña desde el nacimiento de la empresa.
La enumeración de Romano se inicia “con la dictadura militar, la violencia política, el que apuesta al dólar pierde, el uno a uno. Un país de presidentes efímeros, donde el dolor siempre recae sobre los mismos. Sufrir el kirchnerismo. Y la inflación, siempre la inflación, que todo lo destruye, combinado con un estado elefantiásico”, señala.
“ En tiempos de Cristina fue luchar contra los molinos de viento, explicar que teníamoss que pagar sueldos en el exterior, que las cobranzas de los clientes tienen plazos y no se pueden ingresar divisas a los 30 días como pretendían”, dice.
El resultado en aquel momento fue la fábrica paralizada durante dos meses y una reducción de sus embarques en 20%.
Romano describe otro obstáculo y es la demora en los registros de los medicamentos. El Senasa ( Servicio de Sanidad Animal) solía tardar cinco años en trámites que los países vecinos demoraban entre seis meses y un año.
Eso sí lo entusiasma que, aunque sigue el cepo, están desmantelando las trabas.
Bedson, dirigido por la esposa y los hijos de Colusi, exporta el 80% de sus productos para salud y nutrición animal a más de 50 países, incluyendo esos destinos tan poco convencionales como Arabia Saudita, Irak, Malasia, Líbano o Guatemala que Omar Romano supo conquistar con los productos y también con el tango…
La empresa posee una planta modelo en Pilar y contabilizan 78 profesionales. Para Romano esa odisea valió la pena. Y dice con orgullo que, aunque pequeña en tamaño, Bedson ya es una multinacional.