No hay mejor manera para analizar una final de Grand Slam que revisar los discursos de los protagonistas en la ceremonia de premiación. Novak Djokovic reconoció que en los dos primeros sets la velocidad y las exigencias planteadas con mucha claridad y contundencia por Carlos Alcaraz le ponían la vara muy arriba. Él mismo reconoció que le había sido muy difícil poder estar a la par y aguantarle el ritmo.
Hasta horas antes del comienzo de Wimbledon, Djokovic había estado en duda porque trataba de ver si esa maldita rodilla operada le iba a dar la posibilidad de competir de la manera en que sólo él sabe. “Sólo seré de la partida si siento que estoy en condiciones de aspirar al título”, avisó. Parecía un comentario demasiado exigente, aunque propio de su naturaleza.
A su vez, esas palabras empezaban a delinear claramente cuáles eran sus expectativas para esta edición de Wimbledon, donde Nole jugó su décima final y estuvo en todos los partidos decisivos desde 2018.
Esta situación llevó al serbio a buscar en la cancha algo que tal vez generó cierta intriga: ¿por qué subía tanto a la red cuando el punto todavía no lo llevaba naturalmente a esa situación de cierre? Lo dejaba expuesto, porque esa es una zona en la que Djokovic siempre tuvo ciertas dudas o dificultades.
Su accionar parecía tener más que ver con una sensación de que no se podía quedar en el fondo y debía tratar de salir a buscar el partido en territorio desconocido, planteando un escenario diferente.
Novak Djokovic, finalista en Wimbledon. Foto ReutersEl plan de Alcaraz era muy claro: tenía que mover a Djokovic, no dejarlo plantarse desde el fondo de la cancha y plantear un encuentro exigente desde lo físico. Es que justamente la rodilla maltrecha de Nole seguramente estaba ya en una situación de mucho estrés después de dos semanas y sería Alcaraz el que iba a poder testear el estado y la resistencia de la misma.
El español resolvía con extrema comodidad y empezaba a sentirse un claro dominador, pero el destino quiso que el partido tuviera en el final sus complicaciones, como para darle un poco más de emoción ante de ganar esta final tan especial.
Alcaraz se convirtió en el sexto jugador de la Era Abierta en ganar Roland Garros y Wimbledon de manera consecutiva. Es el noveno en defender el título en la Catedral. Y estiró su récord positivo en finales de Grand Slam a cuatro victorias, con ninguna derrota.
Carlitos no se considera un gran campeón, como lo dijo en sus palabras finales, pero lo cierto es que ya lo es. De hecho, Djokovic, al reconocer la amplia superioridad y el merecimiento de su adversario para la obtención de este título, empieza a aceptar el cambio de mando de la nueva generación a manos de Alcaraz.
Los hechos empiezan a marcar ciertas tendencias. Un Djokovic que a pesar de sus limitaciones y dificultades tiene todavía una clara vigencia, pero que por otro lado también empieza a tener esas situaciones en las que se ve ampliamente superado por quien justamente hoy está en posición de ser claramente el heredero en esta nueva era en el tenis.
Carlos Alcaraz, campeón de Wimbledon 2024. Foto APEn su discurso, a Djokovic se lo vio con menos frustración en la derrota, lo que empieza a dar la sensación de que está más del otro lado. Acepta la derrota con más sabiduría, mejor filosofía y valorando tener a sus hijos en el palco, y hasta le puede dar el espacio a cierta distensión, poniéndose como entrenador futuro de sus hijos. Empieza a tener otra mirada del tenis, con cierta aceptación al cambio de mando.
Fue un domingo distinto, porque Djokovic perdió justamente en el día en que es prácticamente imbatible y cuando aparece su mejor versión. Es por ello que no es casualidad que sea el jugador más ganador en la historia de este deporte. Porque los domingos no se puede fallar.
Lo cierto es que Carlos Alcaraz logró su cuarto título de Grans Slam, su segundo consecutivo en Wimbledon, en un nuevo domingo en el que vuelve a brillar y a celebrar.