El nombre y la imagen del soldado argentino Emmanuel Viltes, quien se había unido a las fuerzas ucranianas en 2022, circulaban desde hacía tiempo por distintos canales rusos en Telegram.
Nacido en Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut, Viltes era uno de los pocos combatientes extranjeros con entrenamiento militar profesional y una destacada reputación en el uso de drones FPV. Entre sus logros, se le atribuía la destrucción de tanques, sistemas de lanzamiento y piezas de artillería pesada del ejército adversario.
En una conversación con Infobae, Max Barrientos, otro combatiente argentino que luchó codo a codo con Emmanuel, relató que los rusos lo tenían identificado por su habilidad como piloto, al punto de poner precio a su cabeza.
Emmanuel era solicitado para misiones cruciales y contaba con el respeto de los mandos. Tenía la capacidad de operar en áreas sin cobertura aérea ni apoyo de tropas aliadas, en operaciones que exigían máxima discreción.
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Había intervenido en acciones en territorio ruso, como una misión encubierta en Kursk, donde, junto a Barrientos y el escuadrón Valquiria, sabotearon antenas y sistemas de vigilancia, facilitando el avance de la artillería ucraniana.
“Era uno de los mejores. Tenía una estabilidad de vuelo con apenas el 0,5% de error de trayectoria, algo dificilísimo de lograr. Podía subir un dron por escaleras como si caminara, y llegar a blancos a 10 kilómetros con precisión quirúrgica. Todos preguntaban por él”, recordó Barrientos.
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La madrugada en que murió Emmanuel
La madrugada del 7 de julio un drone ruso Shahed, de unos tres metros de largo y 300 kilogramos, identificó la posición del soldado Vilte, en la ciudad de Pokrovsk (al este de Ucrania) y lo asesinó. “Fue el blanco de un ataque quirúrgico. Los rusos sabían que él descansaba allí”, aseguró Barrientos.
El bombardeo formó parte de un operativo ruso que involucró el lanzamiento de al menos ocho drones contra distintos objetivos identificados previamente por inteligencia militar, incluyendo esa vivienda donde estaba Emmanuel. “El protocolo de seguridad se había roto: el vehículo en el que se movilizaban los pilotos había quedado estacionado afuera, lo que facilitó que los rusos detectaran la ubicación y decidieran atacar”, precisó.
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Según Barrientos, Rusia supo de su ubicación a través de un desertor estadounidense que entregó dispositivos y fotografías de soldados extranjeros que manejaban los drones FPV. “A partir de eso, los rusos empezaron a buscar a todos los latinos. Era parte de una campaña de intimidación en redes. ‘Esto le va a pasar a los extranjeros que luchen por Ucrania’, advertían”, aseguró el soldado argentino.
En la casa de seguridad donde estaba Emmanuel, sólo él falleció. “Los rusos sabían que ahí había pilotos. No fue casual. Es preferible para ellos destruir una casa de pilotos antes que una base con infantería”, explicó Barrientos.
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“Era un admirador de los soldados de Malvinas”
Emmanuel combatía para las tropas ucranianas desde hacía 3 años. “Siempre hablaba del Ejército argentino con respeto, era un admirador de los soldados de Malvinas. Pero también decía que allá nunca vio acción, que vino a Ucrania porque sentía que estaba preparado para pelear en una guerra”, dijo Barrientos.
Al principio, Emmanuel combatió como infante en las trincheras ucranianas, donde sostuvo posiciones bajo fuego enemigo. En una de esas misiones vivió una experiencia traumática: intentó rescatar a dos compañeros colombianos atrapados en una trinchera aislada. Uno murió por la explosión de un tanque ruso, y el otro quedó en estado de shock. “Ahí quedó muy tocado. Me contó que se sintió rodeado de inexpertos. Decía ‘me ponen en peligro’. Eso lo llevó a buscar otra función”, enfatizó Barrientos.
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Su cambio de rol ocurrió después de ver los videos que Barrientos compartía en sus redes sociales, donde mostraba cómo era su entrenamiento y misiones con los drones. “Me escribió por TikTok preguntando cómo podía convertirse en piloto de drones porque quería salir de la trinchera”, contó.
Emmanuel estudiaba de ocho a doce horas por día
Barrientos lo entrenó en su batallón. Juntos formaron parte del Escuadrón Valquiria, dentro de la Brigada 225, un equipo de elite especializado en tareas de inteligencia, rastreo, geolocalización y ataque de precisión.
“El entrenamiento fue duro. Era autodidacta. Estudiaba ocho, doce horas al día. Aprendió sobre clima, presión atmosférica, frecuencias de onda. Todo lo necesario para operar en condiciones extremas. Al principio le costaba, pero después empezó a volar con mucha precisión. Por eso lo mandaron a Rusia, sin avisarle. Ya en el vehículo, cuando cruzaban la frontera, le dijeron ‘bienvenido a Rusia’. Su misión era destruir ocho antenas con solo veinte drones. Y su eficiencia dejó impactado a los altos mandos”, recordó Barrientos.
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La operación en Kursk fue uno de los puntos más altos de su trayectoria. Él y Barrientos, únicos hispanos del escuadrón, debían destruir los ojos y oídos rusos antes del avance ucraniano. “Nos daban un cuadrante, ubicábamos el blanco, y atacábamos. Una vez que caían las antenas, la infantería y los tanques podían entrar”, contó Barrientos. Fue una operación ultra secreta. “Después de eso llegaron los colombianos, los mexicanos… Pero los primeros hispanos fuimos nosotros”, indicó.
En esas semanas de combate Emmanuel se ganó el respeto del comando. Era eficaz y, además, tenía un código de honor. “Una vez detectó a dos rusos escondidos bajo un árbol. Estaban abrazados, esperando el final. Uno le hacía señas con la mano pidiendo piedad. Emmanuel desvió el dron y lo estrelló lejos. Me dijo ‘me dio lástima, quizás un día me pase a mí y quiera que me dejen vivir’”, le dijo a Barrientos. Sin embargo, con él no tuvieron piedad.
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A Emmanuel, todos sus compañeros del batallón lo apodaban “Coca” porque no tomaba agua, solo gaseosa. “Era fanático de esa gaseosa y en el frente llevaba botellas en la mochila. Decía ‘si no me mata un ruso, me mata la diabetes’. Siempre bromeaba con eso”, recordó Barrientos.
Con información de Infobae