Un escenario enorme, dos pantallas gigantes, asientos numerados, el vientito fresco del Río de la Plata, el Estadio Centenario repleto y la elegancia de un lord inglés único y majestuoso, digno de una leyenda viva: Paul McCartney.
El Beatle se presentó por tercera vez en Montevideo, Uruguay, en el marco de la gira mundial “Got Back Tour” y en la antesala de lo que serán sus shows en el Estadio River Plate los próximo 5 y 6 de octubre en Buenos Aires y el 23, en el Mario Alberto Kempes de Córdoba.
Clarín cruzó el charco para vivir -por adelanto- cómo es el show que el “Sir” les hará vivir en algunos días a los porteños.
La locación era imponente: el Estadio Centenario, con toda su historia, fue el anfitrión de alrededor de 60 mil personas que se dieron cita para ver y escuchar a McCartney sin consignas sobre qué atuendo lucir o qué color de vestimenta llevar -algo muy de moda en los recitales de las celebridades actuales-.
La consigna estaba explícita en todos los presentes: una comunión de celebración y ovación a una leyenda, un hombre que formó parte de la banda que cambió la historia de la música para siempre.
Familias enteras, madres y padres con hijos, nietos, abuelos, parejas y parejitas. Quienes llegaban al Centenario con criaturas buscaban contarles quién fue y quién es Paul McCartney y cuánta suerte tienen de estar esa noche allí. “¿Ves? Él estuvo en Los Beatles. Cambiaron todo. Es un genio este tipo. Es increíble”, le remarcaba un padre a su pequeña hija, como quien cuenta un pedacito de secreto de una historia.
Una banda uruguaya –Los hermanos Láser– y un DJ internacional –DJ Chris, que acompaña la gira del británico- fueron los encargados de telonear y calentar la previa desde las 20. Aunque, a decir verdad, el público uruguayo es relajado y ordenado. No regala vitoreos, ni “olé, olé, olé”, ni pide a gritos por la salida a escena del artista.
Paul McCartney cautivó a 60.000 uruguayos en el Estadio Centenario. Foto: Archivo Clarín
Sale Paul McCartney a escena
Mientras las pantallas mostraban imágenes de Los Beatles, a las 21.23 las luces se apagaron, la banda subió y McCartney, de traje, camisa y chaleco azul, se colocó su guitarra, tocó los primeros acordes y, ahí sí, el público uruguayo se despertó.
Para aquellos ansiosos y para los fanáticos acérrimos, el recital está repleto de guiños, menciones y ovaciones para Los Beatles. La primera canción en sonar fue A Hard Day’s Night y, desde allí, es una cadena de momentos sobre la historia de los “cuatro chicos de Liverpool”, como le gusta decir a McCartney en varios momentos.
Con un perfecto “¡Hola, Uruguayos!”, el compositor de Live and Let Die, entre otras joyitas, deja ver por qué es quién es. Es instantáneo cómo su carisma y su buen sentido del humor se apoderan del escenario y se transforma en un showman que, a sus 82 años, baila, se sorprende de los halagos cuando se quita el saco del traje, canta a la vieja usanza -sin “in ears” (auriculares perfectamente diseñados para evitar el ruido de la audiencia y solo escuchar su voz y la banda)-, agradece a cada momento el amor de su público, genera clima y a la vez impresiona con su voz.
El show está pensado al detalle. Mientras las pantallas muestran visuales acordes a cada tema, “Sir Paul” cuenta para quién está dedicado cada fragmento. A una hora de comenzado el recital pide un aplauso para su “amada esposa Nancy”, para Jimi Hendrix y da el OK para adentrarse aún más en el mundo Beatle. “Ahora vamos a volver en el tiempo. Nos vamos a Liverpool, cuando esos cuatro chicos grabaron su primera canción”, propone.
Esta crónica no tiene como intención hacer spoiler de lo que se verá el próximo 5 de octubre en Buenos Aires. Sin embargo, es necesario prestar atención -y mucha- al baterista. Cumple un rol fundamental dentro de la dinámica con el ex Beatle y se roba los aplausos.
Paul McCartney toó alrededor de dos horas y media en Montevideo. Foto: Reuters/Mario Anzuoni
Homenaje a Lennon y a Harrison
Ya próximos a las dos horas de show, después de cantar sin beber un solo sorbo de agua y nunca salir del escenario, McCartney se eleva en una plataforma y con su guitarra a cuesta pide una ovación para su “gran hermano” John Lennon y suena Blackbird. El público lo agradece y celebra semejante regalo.
Luego, en un abrir y cerrar de ojos, cambia la guitarra por el ukelele, hace un paso de comedia y le dedica el siguiente tema a George Harrison: Something. “Y ahora les voy a pedir a ustedes que canten, quiero que canten solos para que todo sea más hermoso”, pide para que, a las 23.03 comience a sonar Ob-La-Di, Ob-La-Da, en un rotundo cambio de clima.
Paul McCartney homenajeó a John Lennon y a George Harrison en su show en Uruiguay. Foto: AFP Cerca de las 23:15 llega -quizás- el climax. Emotivo y estruendoso. Una mezcla inesperada pero efectiva. Un cuadro que, para quienes ven a McCartney en vivo por primera vez, logra representar la conciencia sobre la magnitud del personaje que está parado en ese escenario enorme y cuál es su legado musical.
Comienza a sonar Get Back para luego pasar a un piano y Let It Be, el pico de emoción, que termina en un explosivo Live and Let Die, con pirotecnia, fuego, luces rojas y un público asombrado y deslumbrado por la puesta y la energía de un hombre de 82 años que recorre el escenario sin parar.
Y sin parar es sin parar: sigue sin volver a tomar agua. Disfruta cada segundo en el escenario. Se puede sentir. Se siente a gusto entre la banda, los instrumentos y su público fiel.
Hey Jude llega sobre el final de las dos horas y media de ininterrumpido repertorio para fundir a todo el Estadio Centenario en un abrazo de almas. “Le quiero agradecer a cada miembro del equipo técnico, de sonido, a mi banda espectacular. Son los mejores”, proclama el cantante que, como si fuera poco, menciona a cada uno por su nombre. Segundos después sale del escenario y vuelve a entrar con la bandera de Uruguay, la del Reino Unido y la bandera del Orgullo LGBTQ+, algo que probablemente se repita en Argentina.
A nueve minutos de la medianoche, Carry that Weight abre camino hacia el final del paso del “Got Back Tour” por Montevideo y un “nos vemos la próxima” de McCartney lo remata. Papelitos de colores, humo y pirotecnia cierran un show que -como dicen los jóvenes hoy- no solo devoró, sino que sirvió un banquete de clase y experiencia sobre cómo hacer música en vivo y cuál es la vara a la que se debe aspirar para ser un gran artista.