Aumentar la competitividad no implica, necesariamente, devaluar. Se requieren reformas estructurales. Aunque resulte desafiante, Brasil encaró una modernización laboral y tributaria importante, por citar un ejemplo cercano. Si tomamos el reporte de Julio de 2024 del FMI sobre la economía de Brasil, se recalca el crecimiento en la productividad de las empresas mano de obra intensivas, producto de la reforma laboral de 2017. En dicho informe, se consideran los impactos positivos que se lograron gracias a los cambios legales que permitieron reducir la litigiosidad laboral.
Asimismo, otra arista de la reforma de Brasil es la tendencia a descentralizar la negociación colectiva, donde la negociación por empresa predomina sobre el convenio y cuenta con facultades para modificar el entorno regulatorio. En la Argentina, por su parte, prevalece la negociación centralizada sin posibilidad de negociar con los trabajadores. Brasil también está avanzando en la unificación de varios impuestos a las ventas para ir sustituyendo malos impuestos por un tributo de mejor calidad. El mismo reporte del Fondo, señala que esta reforma agregará un crecimiento estructural del 0,5% anual a su PBI por las ganancias de eficiencia que produce la simplificación tributaria.
Podemos ver, a nivel local, datos de la Secretaría de Trabajo para vislumbrar cómo impacta la centralización de la negociación. Y, en efecto, para el período 2009 – 2022, se observa que el 78% de las cláusulas pactadas fueron sobre actualización de salarios, aportes compulsivos a los sindicatos y organización de los delegados sindicales. Por su parte, el 14% fueron cláusulas de organización de la producción (capacitación, jornada, tareas, entre otras). Y, el 8% restante fueron cláusulas para casos de crisis como suspensión y reducción de salario. En pocas palabras, la centralización se enfoca en definir salarios, el financiamiento de los sindicatos y la resolución de conflictos entre delegados sindicales. Por ende, las negociaciones terminan siendo acuerdos paritarios, donde cuestiones tales como la mejora de la productividad terminan siendo rezagadas. Para las empresas más chicas, los convenios son una fuente de rigidez, sin posibilidad de organizar mejor la producción.
La manera real de ganar competitividad es con reformas estructurales. Como son cambios difíciles de llevar adelante, están los que argumentan que es preferible paliar los problemas de competitividad flexibilizando la política cambiaria y están los que argumentan que la devaluación solo produce más inflación, por lo tanto, hay que aguantar el atraso cambiario y las consecuencias que esto tiene en términos de demorar la recuperación de la producción y el empleo. El caso de Brasil es un ejemplo que, si bien son desafiantes, las transformaciones son posibles. De no imitar a Brasil, habrá que seguir optando entre más inflación o más recesión.
Federico Pablo Vacalebre es profesor de la Universidad del CEMA
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Federico Pablo Vacalebre
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