En una ciudad que cada vez circula menos, los taxistas de Comodoro Rivadavia enfrentan un panorama de incertidumbre, ingresos al límite y normativas que les impiden renovar sus vehículos. “Después de las siete de la tarde, la ciudad se apaga. Y eso lo sufrimos todos: comerciantes, gastronómicos y nosotros también”, resume Fernando Paredes, referente del gremio de taxistas, en diálogo con este medio.
El contexto, según detalla, no es nuevo, pero sí se ha profundizado en los últimos años. “Venimos arrastrando la crisis desde la pandemia, más todos los despidos que hubo a nivel local y nacional. Está todo complicado. Tenemos nuestra clientela fiel, pero con eso no alcanza”, asegura. La mayoría de los choferes trabaja simplemente para sostenerse, sin poder proyectar ni ahorrar.
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Uno de los principales reclamos que llevarán próximamente al Concejo Deliberante tiene que ver con la vigencia de los modelos habilitados para circular, que actualmente es de 10 años. “Somos el único sector del transporte que tiene tan pocos años de vigencia. Transporte escolar, personal o empresas tienen más margen. Pedimos que se modifique eso, porque muchas unidades están fuera de servicio por no poder renovar el auto”, explica.
Los titulares de licencias que no logran actualizar sus vehículos enfrentan un dilema difícil: dejar de trabajar o vender la licencia. “Hay gente que no puede sostener el auto, lo va piloteando, arreglando como puede, hasta que se vence el modelo. Y ahí tiene que dejarla o malvenderla”, cuenta. Además, la falta de habilitaciones nuevas en el rubro valorizó aún más las licencias existentes, generando un mercado informal con precios fluctuantes.
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“Antes una licencia tenía un valor más o menos estable. Hoy podés ver que se venden a un millón, o hasta tres o cuatro veces más. No hay un precio fijo. Es lo que el otro esté dispuesto a pagar, y muchas veces se venden apuradas porque el titular no puede seguir”, detalla Paredes.
Respecto al volumen de trabajo, la situación también es crítica. En promedio, un taxista realiza unos 20 viajes diarios, aunque todo depende del recorrido. “Si te tocan muchos viajes cortos, podés hacer más. Pero la realidad es que a partir de las 7:30 de la tarde, la ciudad se derrumba”, afirma.
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Esa baja en la circulación repercute directamente en la recaudación: “Un titular de taxi, con suerte, puede estar ganando un millón de pesos al mes. Pero de eso hay que descontar todos los gastos: repuestos, combustible, roturas, impuestos. Tenés que rezar para que no se rompa nada, porque si no, no te alcanza para nada”.
A todo esto, se suma el crecimiento del transporte ilegal o particular, una problemática que afecta directamente al sector. “Hay mucha gente que compra un auto y sale a hacer viajes sin estar habilitado. No saben del rubro, no cumplen ordenanzas, y eso nos complica todavía más a los que estamos en regla”, advierte.
Desde el sector insisten en que la ordenanza vigente quedó desfasada de la realidad económica actual, y que se necesitan cambios urgentes para poder sostener el servicio sin seguir perdiendo unidades. “Vamos a presentar varios puntos para que se modifique la ordenanza. Lo que más pedimos es alivio. Que se extienda la cantidad de años de los modelos y se flexibilicen algunos requisitos para que no sigamos perdiendo taxis”, señala Paredes.
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En un escenario donde el costo de vida crece y la demanda de viajes cae, el taxi —históricamente una opción confiable y segura— intenta resistir como puede. “No estamos pidiendo privilegios, solo que nos dejen seguir trabajando. Hoy la mayoría trabaja solo para mantenerse a flote”, cierra.