InicioEconomíaLas crisis económicas, el límite a las decisiones libres sobre la fecundidad

Las crisis económicas, el límite a las decisiones libres sobre la fecundidad

“Millones de personas en el mundo no pueden tener el número de hijos e hijas que quisieran. La razón no es su rechazo a la maternidad o la paternidad; son las barreras económicas y sociales las que impiden hacer realidad sus deseos”. Esa es una de las principales conclusiones del trabajo “La verdadera crisis de fecundidad. Alcanzar la libertad reproductiva en un mundo de cambios”, publicado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).

“La capacidad de acción en el ámbito reproductivo no es solo una cuestión de no sufrir coacciones o de tener un mejor acceso a los servicios: requiere todo el abanico de circunstancias que posibilitan que la población ejerza de verdad sus derechos reproductivos y su libre albedrío, como la igualdad de género y la estabilidad económica”, analiza el documento.

Las condiciones óptimas, agregan, todavía están fuera del alcance de la mayoría de la población. También explican que, en muchas ocasiones, los impedimentos para evitar un embarazo no intencional y para empezar a formar una familia son las mismas: “La precariedad económica, la discriminación de género, el escaso apoyo por parte de las parejas y las comunidades, la atención deficiente a la salud sexual y reproductiva, la falta de acceso a servicios asequibles de cuidado y educación de los hijos y el pesimismo sobre el futuro”.

Entre las catorce naciones tomadas como casos de estudio está la Argentina. La selección condensa ejemplos que son muestra de una tendencia mundial. La población se reduce y esto tiene que ver con que “un porcentaje altísimo de hombres y mujeres –en todos los países objeto de estudio y en todas las regiones del planeta– no están en condiciones de cumplir sus aspiraciones en materia de fecundidad”.

Por un lado, las tasas de embarazos no intencionales son una constante en todas las regiones. Por otro, la dificultad para tener la cantidad de hijos deseados también comenzó a ser un problema. “En lo relativo a las aspiraciones en materia de fecundidad, tanto rebasarlas –si una persona tiene más hijos de lo que ella misma considera óptimo– como no alcanzarlas –si tiene menos hijos de los deseados– son fenómenos muy extendidos”, afirman.

La mayoría de las personas encuestadas respondió que su deseo era tener dos hijos. Sin embargo, “se observaron porcentajes sustanciales de personas que afirmaron haberse replanteado su tamaño de familia previsto a lo largo de la vida”. Esas “correcciones” se dieron en diferentes sentidos: algunas personas decidieron tener menos por la imposibilidad de sostenerlos, otros se adaptaron por haber tenido alguno más de los que esperaban. No obstante, son más las personas que tuvieron menos hijos de los que preveían que las que tuvieron más que los que hubieran deseado: el 31% de los participantes señaló que tenía menos hijos de los que habría querido, mientras que el 12% expresó lo opuesto.

“Casi uno de cada cinco adultos en edad de procrear (el 18%) tenía la impresión de que alcanzar el número de hijos deseados sería un imposible: el 11% creía que tendría menos hijos de lo que consideraba óptimo y el 7% pensaba que tendría más”.

En América Latina y el Caribe, según Susana Sottoli, directora regional del Unfpa, la desigualdad y la exclusión persistentes “limitan el ejercicio de derechos reproductivos”. Por lo tanto, la solución está en la reducción de estas desigualdades, y no las respuestas “simplistas o coercitivas” como los incentivos económicos por nacimiento, los retrocesos en los avances alcanzados en los derechos sexuales y reproductivos, “o campañas que incentivan a las parejas para que tengan más hijos e hijas, con el objetivo de cumplir metas de fecundidad”. No solamente porque son opciones ineficaces, sino también –y principalmente– porque atentan contra los derechos humanos.

En esta falta de libertad de elección, tanto para decidir tener hijos como para no tenerlos, las personas más perjudicadas son las mujeres, niñas y adolescentes que viven en situación de pobreza, las mujeres rurales, indígenas y las afrodescendientes.

La ONU concluye que, “para ejercer libertad reproductiva, es necesario que el contexto permita y facilite que esas decisiones se conviertan en realidad”.

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