Una vez más, el dólar concentró la atención del público, pero no tanto por una corrida sino por las expectativas de algún cambio en lo que se consideraba como un contenido pétreo en el programa económico oficial en vigencia: la fijación de una devaluación programada mensual por debajo de la inflación. Lo que en la jerga de los economistas se refiere como “ancla cambiaria”, un mecanismo para desacelerar la inflación operando sobre la variable del tipo de cambio oficial e interviniendo en los “libres” para que no se amplíe la brecha cambiaria. Una apuesta que dio sus frutos durante el último año, pero alentó al oficialismo a minimizar las críticas y etiquetar cualquier duda sobre la sustentabilidad del programa como operaciones.
Fuego amigo
Los blancos móviles no fueron los que cuestionaban los fundamentos del plan económico libertario, sino los economistas que indicaban buena parte de los logros, pero no firmaban un cheque en blanco. Muy pronto, cobraron notoriedad los neologismos de econochantas, militantes devaluatorios, operadores mercenarios y el más gráfico de “mandriles”, aludiendo a los traseros enrojecidos de estos primates oriundos de África.
No fue el primero, pero llamativamente Domingo Felipe Cavallo engrosó la lista de críticos desterrados del favor oficial. El exministro había sido ungido como el mejor ministro de Economía de la historia argentina por Javier Milei en su formato ‘streamer’. Para que no quedaran dudas de sus críticas, publicó en su blog que “el financiamiento del FMI no puede sustituir el esfuerzo que Argentina debe hacer para asegurar el equilibrio de las cuentas externas y conseguir que la estabilidad cambiaria permita consolidar el proceso de desinflación”. “Pensar en el uso de las reservas externas conseguidas a través de los organismos financieros internacionales para intervenir en el mercado cambiario e inducir o mantener una apreciación exagerada del peso (también llamado vulgarmente “atraso cambiario”) es contraproducente y puede significar el fracaso del proceso de desinflación”, sentenció.
Cavallo aludió directamente a otra posición encarnada por otro de los economistas más escuchados en el circuito financiero y en la Casa Rosada: Ricardo Arriazu. El veterano economista tucumano, basa su diagnóstico en algo que considera incontrastable: la economía argentina, a causa de sus sucesivas crisis devaluatorias y la inflación recurrente, se transformó en una de tipo bimonetaria. Esto hace que las oscilaciones del tipo de cambio tengan un efecto diferente al de otras economías de la región, pero también que por que cierto tipo de bienes están dolarizados, las expectativas de devaluación provocan un efecto inflacionario inmediato y también en el nivel de actividad.
En sus exposiciones, pero también en las demás que ofrecen el resto de los economistas, el monotema de las preguntas del público es el mismo: qué pasará con el régimen cambiario y el préstamo del FMI. En este punto, el tucumano no tiene pelos en la lengua: alterar el tipo de cambio sería revertir el proceso desinflacionario que está viviendo la economía argentina e invita a seguir el índice de precios mayorista, que sube a menos de la mitad de la velocidad que el IPC. En su concepción, devaluar es encender la mecha hiperinflacionaria y establecer bandas de flotación “es una estupidez”.
Otro economista que cayó en desgracia para la visión oficialista es Ricardo López Murphy, exministro de Economía y actual diputado nacional. “Estamos en serias dificultades: utilizando la figura del nadador, no se llama al guardavida si cree que puede volver por su cuenta”, ejemplifica. “Hubo tuvo un mal diseño de la política económica y Argentina debería estar acumulando reservas en lugar de estar perdiéndolas”, concluyó.
Diagnóstico crítico
La opinión del expresidente el Banco Nación Carlos Melconian sostiene que a fines del año pasado Argentina tenía que haber tenido cerrado un acuerdo con el FMI con un nuevo régimen cambiario, pero se entusiasmó con lo obtenido en el blanqueo e hizo de puente y luego esperó el resultado de las elecciones. “El régimen cambiario, que siempre fue transitorio, está agotado. El Gobierno lleva adelante un proceso de convergencia cambiaria que no va con la competitividad argentina”, enfatiza.
Otra crítica del sistema que hoy está en la mira es Marina Dal Poggetto, directora de la consultora Eco Go. Ella patentó la frase, hoy más actual que nunca, de un programa “cepo-dependiente”. “La política está abusando del ancla cambiaria, pero con control de capitales que se sostienen y una normalización del pago de importaciones. Y ahora estamos entrando en una zona donde faltan dólares», proyecta. “Se agotó el aire que dio el blanqueo y la expectativa del puente que iba a dar el FMI se está dilatando en una negociación que se vuelve áspera”, definió. La economista pone como hito para el “desancle” de expectativas la afirmación del ministro Caputo en las que no daba certezas sobre la continuidad del esquema cambiario (el “crawling-peg” por debajo de la inflación mensual).
Otros también ven que la piedra de la discordia fue el diseño del programa económico o en todo caso su dificultad para cerrar una primera etapa y mutar a tiempo. El presidente de IDESA, Jorge Colina, pone como asignatura pendiente al régimen cambiario. “El ajuste fiscal es inédito y está teniendo excelentes resultados en términos de reducción de la inflación. Pero hay dificultades para recuperar reservas debido a que se subordinó la política cambiaria al objetivo de bajar la inflación”, apuntó. Como muestra de este problema señala que en diciembre 2023 las reservas eran de US$23.000 millones, subieron a US$30.000 millones en diciembre 2024 pero terminaron este marzo pasado por debajo de los US$26.000 millones.
Por su parte, el economista jefe del IERAL, Jorge Vasconcelos, aun aceptando que en el arranque de un eventual nuevo programa las modificaciones a la política monetario-cambiaria sean mínimas (ese es el mensaje del gobierno), “puede haber escepticismo respecto a la capacidad de esos instrumentos para satisfacer metas trimestrales de aumento de reservas relativamente exigentes. ¿Qué pasa si no se cumplen?”, se pregunta. Razona que el escenario sería complejo dado que se frenarían los desembolsos o habría que modificar la política monetario-cambiaria antes de lo previsto. En esa línea, Javier Timerman, director de AdCap Asset Management cuenta que “a la mayoría de los inversores internacionales les gustaría un movimiento del tipo de cambio para que el programa no se quede si nafta -dólares- para darle sustentabilidad al programa”. Sin embargo, ve en la buena noticia de un préstamo generoso, que se ate a exigencias de acumulación de reservas difíciles de lograr sin cambios.
El exministro de Economía Hernán Lacunza, otro de los “mandriles” objeto de dardos inamistosos, un inminente acuerdo con el FMI, que despeje el perfil de vencimientos con el organismo y fondos frescos para robustecer las reservas, “podrá ser una oportunidad para la rigidez de un esquema cambiario que acumula tensiones, pero empezar a dotar al sistema de la flexibilidad natural para absorber shocks externos e internos sin que sufran la producción y el empleo”, comentó. Otro exfuncionario, Gabriel Rubinstein, tiene una visión más política de la coyuntura y naturaliza el hecho que el Gobierno no quiera torcer el brazo para cambiar su política cambiaria justo con este timing electoral. Ve como un problema que Argentina no tenga previsto ningún esquema para recuperación del tipo de cambio real ni un sistema de flotación posible que permita la suba del dólar sin trauma. “Con el FMI son negociaciones engorrosas porque Argentina posterga la decisión de ciertos temas por razones políticas: si el cepo se levanta y la gente demanda dólares, la cotización subiría y el Gobierno no quiere correr ese riesgo justo antes de las elecciones”, aclara.
Nuevos vientos
Otros ven en esta coyuntura, una prueba de carácter para un programa económico que excede las metas alcanzadas en su primer año y medio. Orlando Ferreres, exviceministro de Economía, reconoce que estamos atravesando turbulencias, pero más suaves que otras oportunidades. “No creo que el equipo económico quiera aflojar en el tipo de cambio justo ahora, pero en todo caso, cualquier alteración razonable no es seguro que se traslade automáticamente a los precios”, estima. Fernando Marengo, economista jefe de BlackTORO, ve que amortiguar la incertidumbre dependerá del programa que se anuncie, en definitiva: cuántos fondos frescos vienen y si pueden utilizarse libremente. “Para desalentar las expectativas hay que mostrar que se tienen dólares justamente para defender el tipo de cambio”, subraya.
El economista rosarino Salvador Distéfano, muy ligado al sector agroexportador, por su parte sostiene que no habrá salto cambiario porque los dólares alternativos a $1.300 “están carísimos”. Cree que el programa económico argentino puede seguir sin inconvenientes porque vamos a recibir muchos fondos del FMI y de organismos internacionales. “El dólar oficial está a buen precio, pero las empresas deberán ajustar sus costos, ser más productivas y eficientes para mejorar sus márgenes”, cierra.
Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos, en cambio, sostiene que hasta que no sepamos las condiciones del crédito del FMI como plazos, período de gracia, pero sobre todo las metas a las que se compromete el Gobierno, no se podrá dimensionar su impacto y su probabilidad de éxito. “El consenso de los analistas económicos apoya en líneas generales la orientación general de la economía, pero no desconocen que la agenda pendiente aún tiene demasiados renglones: inflación, cepo cambiario, actividad económica, crédito, acuerdo con el FM y también se suman nubarrones en el frente externo”, comenta.
En cuanto al mentado préstamo del Fondo, el profesor de la UCEMA Federico Vacalebre cree lo que se espera es que el primer desembolso sea lo más grande posible. “Es vital para absorber las letras intransferibles del Banco Central y así poder de alguna u otra forma devolverle la deuda al Tesoro que fue quien la generó utilizando el propio Banco Central”, explica. “Posiblemente te pongan algún tipo de condicionamiento como flotar entre bandas y que exista algún tipo de intervención ‘sucia’ y haciendo oscilar al dólar entre un mínimo y un máximo”, arriesga en su pronóstico.
Precisamente, la incertidumbre es la que domina la escena, para Lorenzo Sigaut Gravina, economista de Equilibra. “Cuando se conozca el acuerdo con el fondo y lo que será la política monetaria, me parece que debería ayudar, después podemos discutir si lo que finalmente se firmó es sostenible o no, pero sí que va a generar más certeza inicialmente”, advierte.
Finalmente, Matías Surt, economista jefe de la consultora Invecq, advierte que si el programa con el Fondo, solo se trata de dinero fresco y no se incluye ningún cambio en la política cambiaria, puede ser hasta más efectivo en el corto plazo, pero inconsistente en el largo plazo. “En el corto plazo todo volvería a estabilizarse, pero no se modificaría la política cambiaria con el crawling peg que se venía utilizando hasta ahora y habría más dólares para alimentar esa dinámica de mercado”, sintetiza. ¿Y después? Allí está el dilema. Una vez más dilemas de la economía en época electoral como ocurre cada dos años desde hace más de 40. Un círculo que no termina de convertirse en vicioso, pero tampoco en virtuoso. La moneda, otra vez, está en el aire.