Gustavo Alfaro dio vuelta la historia de Paraguay en las eliminatorias. Transformó a un equipo que merodeaba en los últimos puestos en otro que se encamina a conseguir la clasificación para el Mundial 2026. En unos pocos meses, tras abandonar la selección de Costa Rica -dirigió en la Copa América- por una propuesta que le resultó más atractiva desde lo económico y lo deportivo, al entrenador argentino le alcanzaron siete partidos para ubicar a Paraguay tercero en las posiciones, tras obtener 15 de 21 puntos (71 por ciento de eficacia), mantener el invicto y anotarse victorias sobre la Argentina y Brasil, además de empatar con Uruguay en el Centenario.
Paraguay enfrentará el martes a Colombia, en el calor de Barranquilla. A la par del buen suceso futbolístico, Alfaro sigue cultivando en sus conferencias de prensa el perfil de orador que se extiende largamente en cada respuesta, con citas históricas, proverbios, comparaciones entre el fútbol y otras actividades. Muchas veces se repite. Una especie de predicador inclinado a la verborragia, que también pretende convencer desde la palabra y el mensaje.
“Colombia en Barranquilla es uno de los rivales más difíciles. Es como una especie de Frankenstein, es una combinación de todos los partidos que jugamos. Tiene un poco de Uruguay, un poco de Ecuador y otro poco de Bolivia”, expresó en Asunción, antes del viaje a Colombia.
Ante todo, Alfaro no quiere subirse a la euforia que se vive en Paraguay: “Yo digo que el buen fileteador es el que sabe diferenciar el pescado bueno del podrido. Si yo me creo eso [que Paraguay ya está en el Mundial], estamos comprando pescado podrido. El otro día les dije a los muchachos: la única manera de que la cabeza no se vaya más allá de los hombros es teniendo los pies sobre la tierra. Proverbio chino, muchachos: todo clavo que sobresale recibe un martillazo. Estamos más cerca, pero falta. Les dije a los muchachos que estamos escalando la parte más dura de la ladera de la montaña, la más empinada, con la mochila de los 16 años sin ir a un Mundial, es un bloque de cemento por cada mundial que no se pudo ir. Son cosas que pesan, pero a su vez nos motivan”.
Hacía muchos años, en los que pasaron Guillermo Barros Schelotto y Eduardo Berizzo sin dejar un buen recuerdo en la dirección técnica, que el hincha paraguayo no se sentía tan identificado con su seleccionado. Alfaro apeló a otra figura para describir su método: “Se recuperaron los patrones históricos que definieron a Paraguay. Desde un principio dije que venía a recuperar el ADN de Paraguay. Rigor táctico, las disputas individuales, la pelota detenida. Tratar de recuperar las cuestiones que siempre definieron a Paraguay. Era como ir a un altillo donde uno tiene las cosas guardadas. A lo sumo es sacarle el polvo a las cosas que sabemos dónde están. Yo lo único que hice fue subir al altillo, abrir los cajones y decir acá está, esta es la identidad de Paraguay. La agarré y nos pusimos de acuerdo con los jugadores en cuanto a los rasgos que nos tenían que definir. La gente volvió a creer porque vio una actitud diferente de los muchachos”.
La última vez que Paraguay fue a un Mundial fue en Sudáfrica 2010, con Gerardo Martino. Alfaro tuvo palabras muy sentidas para el Tata: “Le tengo un gran cariño al Tata, lo quiero mucho. Para mí es un referente de la dirección técnica. Es de esa clase de entrenador que dignifica la profesión. Él se maneja de una manera que nunca pierde la esencia de jugador. Siempre armó muy buenos grupos, es una persona muy noble. Tengo una relación muy linda con él. Son esos tipos entrañables, genuinos, auténticos. Cuando se fue de la selección argentina le dije que era una pérdida muy grande porque ya había hecho el trabajo de la recuperación de la selección. Que me comparen con el Tata… Le ato los cordones al Tata, es un grande de verdad, en todos los aspectos”.
Para enfrentar las últimas cinco fechas de las eliminatorias, Alfaro tiene una receta: “El otro día estaba hablando con ciclistas, con el ecuatoriano Richard Carapaz, y decía que al final solo llegan los que son resistentes. Este es el tiempo de la resistencia para sobrellevar expectativas, ilusiones, presiones. Históricamente, Paraguay es un país de resistencia”.
Alfaro comparó la gestión de un entrenador en un equipo de fútbol con la del locatario de una propiedad: “Yo soy un inquilino, tengo que tratar de devolver a Paraguay mejor de lo que lo recibí. Si soy un buen inquilino, tengo que devolver con las paredes pintadas, el jardincito arreglado, con flores. Si la tapa del inodoro está rota y el vidrio del baño en el piso, yo no soy un buen inquilino. Y no tengo ninguna duda que el Tata fue un gran inquilino: devolvió una selección mejor de lo que la recibió”.
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