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El megaproyecto inmobiliario que vecinos de un tranquilo balneario de la Costa resisten y quedó frenado

Entre las calles 36 y 37, sobre la Av. Mar del Plata, los turistas se detienen a observar un cartel enorme en el cual se lee: “Solanas Mar Azul”, mientras de fondo en la imagen publicitaria se alcanza a ver un gran complejo residencial con piscinas y reposeras. Una imagen corroída por el paso del tiempo.

En 2022, la propuesta inmobiliaria de la constructora Portland y la cadena hotelera Solanas se presentaba al mundo como “el proyecto vacacional más importante de la Costa Atlántica”; como un espejo de Solanas Punta del Este, en Uruguay, que tomaría al menos dos manzanas de extensión desde la avenida principal hasta la costa. Pero por la lucha vecinal en defensa del medio ambiente la obra lleva más de dos años suspendida.

Mar Azul, dentro del partido de Villa Gesell, se convirtió en uno de los destinos más requeridos por su tranquilidad y contacto con la naturaleza. El paisaje que se concede combina árboles de diferentes especies, vegetación abundante y una extensa porción de playa entre médanos.

“Todo este verde, estos árboles, todo esto ya no iba a estar, ¿sabés cómo saltamos los vecinos?”, dice Sergio mientras acomoda los cuatriciclos para una nueva excursión con turistas. Habita Mar Azul y, aunque dice que no está tan al tanto de la lucha vecinal que se llevó adelante años atrás, no duda de las razones detrás de ella.

Sergio llama a su amigo Elbio, que también trabaja en las excursiones con cuatriciclos. Es él quien añade a Clarín: “Para frenarlo hubo mucho aporte de los vecinos de ir a quedarse en el lugar, de atarse, para que las máquinas no se movieran. Yo he venido un par de veces, con carteles, con cosas. Iban a ser dos manzanas junto al mar, eran como edificios enfrentados. Con el plano en mano estaba peleando mucha gente. Medio que la Municipalidad quería seguir con el proyecto”.

Elbio es uno de los que se sumaron a la lucha vecinal para impedir el avance de obras de Solanas en Mar Azul. Foto: Fernando de la Orden / Enviado Especial

En números, el Solanas Mar Azul era sorprendente: 116 unidades de 2, 3 y 4 ambientes con balcones, terrazas y jardines propios. En total, tres edificios: el Playa, el Dunas y el Bosque, todos desarrollados en planta baja y dos niveles. Un predio de 14.000 m2, con 100 metros de frente sobre la playa y acceso directo a la misma, y una inversión de US$ 25.000.000.

Así iba a lucir el Solanas Mar Azul.

Un sinfín de amenities: piscina cubierta y descubierta, piscina para niños, solárium, salón de adolescentes, salón de niños, gimnasio, health spa, chill out room, bosque aéreo, salón y playón multiusos. Unas 90 cocheras cubiertas y 20 descubiertas para comercializar en forma opcional a US$ 10.000 y US$ 5.000, respectivamente.

Las entregas de departamentos se proyectaban para noviembre de 2024, con valores de financiación propia desde los US$ 135.000.

El proyecto despertó la preocupación de los habitantes de Mar Azul, que no dudaron en denunciar que la construcción violaba leyes provinciales y ponía en riesgo al ecosistema. En abril de 2022, vecinos autoconvocados crearon una iniciativa en change.org con el lema “No al ecocidio de Solanas en Mar Azul”.

Ahí, explicaban que una de las leyes más importantes que violaba la obra era la Ley Provincial de Aguas de la Provincia de Buenos Aires (la N° 12.257), la cual en su artículo 142 “prohíbe el loteo y la edificación en una franja de ciento cincuenta (150) metros aledaña al Océano Atlántico y la edificación sobre los médanos y cadenas de médanos que lleguen hasta el mar aún a mayor distancia”.

Uno de los renders que circuló del proyecto de Solanas Mar Azul.

En la petición, que alcanzó las 7.464 firmas, los vecinos apuntaban: “Además de la destrucción y usurpación del médano costero, no pueden explicarle a la población cómo van a proteger las napas de agua y cómo van a abastecer de energía eléctrica este proyecto de modo tal que no afecte a la zona, que dicho sea de paso apenas empieza la temporada, sufrimos cortes de luz o baja tensión constante”.

Pablo Domínguez, vecino de muchos años de Mar Azul, rememora el reclamo vecinal en diálogo con Clarín: “Dijimos ‘no queremos que entre Solanas acá, pero necesitamos ir a la Justicia, porque la ley está escrita’. Entonces, recurrimos a un abogado de Mar Azul”.

De ese modo, se antepuso un recurso de amparo para la protección del médano y el acuífero, presentado por los vecinos y miembros de la Asamblea Ciudadana en Defensa de la Duna y del Agua. En mayo de 2022, el Juzgado en lo Contencioso Administrativo N° 1 de Dolores, a cargo del Juez Marcelino Escobar, dictó la medida cautelar de no innovar en cuanto a la construcción.

En noviembre de 2023, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires reconoció el incumplimiento del artículo 142 del Código de Aguas y ordenó al municipio suspender la habilitación y la ejecución de las obras hasta la sentencia definitiva.

Una pintada en Mar Azul contra el proyecto de Solanas en ese balneario. Foto: Fernando de la Orden / Enviado especial

“Solanas era muy emblemático porque había un montón de departamentos en el medio de Mar Azul, copando esas dos manzanas. Y la gente lo pudo parar con una medida cautelar. Y así ha sido hasta ahora, está retenida ahí”, dice.

En octubre de 2024 hubo un reconocimiento judicial en los lotes de Mar Azul, en donde participó el secretario del juzgado competente de Dolores, e hizo una inspección frente a los vecinos y a la empresa.

“El problema de toda esta costa es que han construido demasiado cerca, han bajado el primer médano, la primera cadena…, se fueron perdiendo playas. Si vas al centro de Villa Gesell te das cuenta de que no hay más playas. Retirar un poco las construcciones en algunos lugares se respetó, como en Valeria del Mar, en Ostende, en la parte vieja de Cariló. Esto ya estaba escrito en los años 50”, agrega.

Según destaca Domínguez, en agosto de 2022 los vecinos tuvieron la audiencia pública con la empresa, los especialistas que habían hecho el informe de Impacto Ambiental y los funcionarios de Villa Gesell. “Solanas viola el Código de Aguas y el Decreto 3.202 (medio ambiente), no hay estudio que valga”, añade.

Solanas en Mar Azul, un proyecto vacacional que impidieron los vecinos. Foto: Fernando de la Orden / Enviado especial

Dicho decreto, en su artículo 2, expresa: “A los fines de las autorizaciones de los proyectos, cada organismo competente provincial deberá verificar como condición para su aprobación, si los mismos cumplen con los presupuestos mínimos adoptados por el Municipio de acuerdo a lo establecido en este Decreto”.

Habían solicitado la presencia de “alguna autoridad provincial, de la Fiscalía de Estado, de la Autoridad del Agua (ADA), para que estén presentes, pero se negaron a convocarlos porque los dejaban en evidencia”. Clarín emitió consulta por el tema a la Municipalidad de Villa Gesell y a la gerencia de Grupo Solanas, pero hasta el cierre de la nota no recibió respuesta.

Pablo dice que, si bien son más los megaproyectos en zonas protegidas que no han podido frenar a tiempo, hay un antecedente del caso de Solanas que se remonta a 2009, en el norte de Gesell. El complejo Mandalay. Desde ese entonces ya se agrupaban los primeros vecinos en la Asamblea en Defensa del Médano Costero, de la que forma parte.

“Con Mandalay desde hace catorce años que estamos en juicio. Y eso hay que sostenerlo en el tiempo, es muy difícil. Se sabe que el mar está subiendo por el cambio climático, el derretimiento. Está subiendo milímetro a milímetro, y en los últimos 20 años subió 10 centímetros. Nosotros vivimos en un lugar que va a tener problemas en el futuro con el avance del mar. Nuestra lucha es defender el lugar lo más que se pueda. No sabemos qué va a pasar después, si el mar sigue subiendo no hay línea de ribera que valga”, destaca.

Para los ambientalistas, la avanzada de proyectos sobre el frente costero es rápida. Hay otra obra que siguen de cerca, un complejo llamado Vive. “A cada proyecto que se inicia le tenés que hacer un juicio particular, es una locura insostenible para la ciudadanía. La forma era haber podido frenar el Código de Ordenamiento Urbano (COU)”, concluye Domínguez.

PS

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